lunes, 5 de mayo de 2014

El País de las Pesadillas - Capítulo 02


Capítulo 02

–¿Yamada? ¿Estás por aquí? –gritaba cuanto podía pero era inútil, por más que le llamaba no me respondía. El camino se me estaba haciendo eterno. No era capaz de ver nada por culpa de la oscuridad y por miedo a chocarme contra algo, andaba muy despacio, hasta que por fin vi a lo lejos una ligera luz. Con desesperación me acerqué a ella, encontrándome con un obstáculo, una pared con un hoyo muy pequeño, como mucho un poco más grande que mi puño. Sin saber bien lo que hacía intenté con mis manos agrandarlo, sorprendiéndome al conseguirlo. Logré arrancar varios trozos gracias a que su textura era esponjosa. Después de hacer un agujero lo suficientemente grande como para que mi cuerpo lo atravesase, escapé de esa prisión en la que me encontraba.

Me quedé quieto comprobando el lugar, el cual era bastante tenebroso. Había un montón de hongos enormes y oscuros por toda la zona. También árboles con ramas sin hojas, lo que le daba un aspecto tétrico al bosque. La Luna, en mitad del cielo, alumbraba la explanada con su tenue luz. Me senté apoyándome en un lateral de la enorme abertura, notaba aquella textura realmente rara por lo que inclinándome hacia delante fijé la vista en su superficie, llevándome una buena sorpresa.

–¿¡Una seta!? –grité anonadado, todo este tiempo había estado dentro de un champiñón gigante –Tengo que conseguir salir de este sitio –relamí mis labios lentamente, un tic que tenía cuando estaba nervioso –¡Me da escalofríos! He de despertar ya… –un suceso me sacó de mis quejas. A lo lejos vi al pequeño corretear y saltar de un lugar a otro hasta atravesar una puerta, en la parte más alejada de la arboleda –Si le sigo me llevará a donde tengo que ir, estoy seguro de ello –sin esperar un segundo más, me incorporé y empecé a correr tras él. Ese pequeño era condenadamente rápido. Si no me apresuraba perdería la única pista que poseía –se me va a escapar.

Me sentía impotente y frustrado al ser incapaz de darle alcance pero de pronto tuve que detenerme de golpe. Frente a mí, a un par de pasos de distancia, se abrió una gran grieta en el suelo.

–Mierda… ¿cómo se supone que voy a pasar al otro lado? –pregunté estupefacto. Se trataba de un precipicio y por más que me asomaba, no lograba ver el fondo. Tenía la sensación de que era tan sumamente profundo que si caía dentro no sobreviviría –¿Qué puedo hacer…? Si Yamada ha conseguido cruzar por aquí yo también debería ser capaz de hacerlo. He de encontrar la manera cuanto antes, no hay tiempo que perder –mientras buscaba una solución, sentí unos dedos posarse sobre mi hombro. Asustado grité y di un paso en falso, lo cual me hizo estar a punto de precipitarme al vacío, pero esa mano me lo impidió, evitando que hubiese tenido un final nefasto. Alterado me dejé caer de rodillas al suelo, jadeaba con fuerza mientras poco a poco iba recuperando el oxígeno.

–¿Quién eres tú? No pareces ser de este mundo… –una hermosa pero escalofriante voz apareció, levanté el rostro en busca de su procedencia pero no había nadie en los alrededores. Extrañado parpadeé varias veces y unos ojos amarillos surgieron a escasos centímetros de mi rostro. Pegué otro bote y acabé con el culo sobre la tierra. Lentamente fueron emergiendo sus facciones, desde una nariz hasta una cabellera de un intenso color azabache. Tenía una expresión burlona y a la vez muy peligrosa, por lo que retrocedí hasta que mi mano resbaló ante esa muerte segura. Grité asustado. Antes de que cayese por completo su cuerpo entero se mostró ante mí, sosteniéndome y protegiéndome. Sentía que no iba a permitir que nada malo me pasase.

–Gra-gracias… –susurré comprobando que era muy musculoso, entonces soltó una gran risotada y se apartó de mí, no sin antes conseguir que me incorporase –¿Qué es tan gracioso…? –no veía ningún motivo para echarse a reír así. Pero de repente se quedó callado y se esfumó. Sentí a los pocos segundos sus manos detrás de mí, me estaba empujando para que subiese a uno de esos grandes árboles. Ahora me hallaba entre el tronco y su espalda, oculto detrás de ésta. No entendía su repentino cambio de humor.

–Ya vienen… –chasqueó la lengua molesto y antes de que pronunciase alguna pregunta respecto a ello, escuché un sonido extraño. Ante mis ojos se manifestó un puñado de soldados vestidos con armaduras, sus pasos eran apresurados como si a la caza de alguien fuesen –Mantente quieto y callado, no hagas nada –no podía parar de temblar, pero hice un esfuerzo aferrándome a su cuerpo. El problema llegó cuando uno de los hombres se detuvo justo debajo de nosotros, forzándome a aguantar la respiración. Tenía miedo, sin duda nos había visto. Pero estaba equivocado, trascurrido un rato, aquellos ruidos cesaron. Entonces dejé de apretar con fuerza los párpados y observé como aquel extraño hombre de ojos amarillos se mostraba preocupado –Están buscándole… –le escuché susurrar para sí mismo, tras unos instantes se giró mirándome con una sonrisa –Menos mal que tengo este don y no fueron capaces de encontrarnos, sino estaríamos en problemas –volví a escuchar su risa.

–¿Ese don…? ¿De qué estás hablando…? ¿Cómo eres capaz de desaparecer de repente? –mi pregunta le hizo quedarse pensativo durante unos segundos, mostrándose serio de nuevo.  

–Acaso tú… –le corté antes de que pudiese continuar la frase.

–Kamenashi Kazuya –dije, me molestaba que se refiriesen a mí con términos como "tú" –Ese es mi nombre –ante la aclaración dejó escapar una especie de grito, bastante sorprendido.

–¿¡Eh!? ¿¡Eres tú!? –tiró de mí para devolverme al suelo una vez más –Claro, ahora entiendo por qué hay tanto alboroto…

–¿Qué quieres decir…? –una sensación de mareo cruzó mi cuerpo, y es que movernos de un lado a otro sin previo aviso ni descanso me hacía sentir fatigado, por lo que me agarré a sus brazos –No entiendo absolutamente nada… –sentí un cosquilleó en mi pierna y al mirar abajo descubrí una cola peluda rozándome la piel. Estupefacto observé su rostro comprobando que también tenía un par de orejas de gato sobre la cabeza, del mismo color que su pelo. ¿¡Que era eso!? No solo podía aparecer y desaparecer a su voluntad, sino que también tenía atributos propios de un felino, los cuales juraría que hace unos instantes no estaban. Cuanto más tiempo pasaba en este lugar, más misterios hallaba, haciendo que mis dudas creciesen sin que nadie las resolviese.

–No importa… carecemos de tiempo para explicaciones, debemos alejarnos de aquí en seguida –me agarró por el brazo pero al instante me solté.

–¡Espera un momento! Ni siquiera te conozco y tampoco sé tu nombre –apreté los dientes, no podía confiar en nadie, tenía que valerme por mí mismo –Ahora mi única intención es seguir a ese pequeño, él cual atravesó este abismo –señalé aquella dirección volviendo tras mis pasos hasta esa gran abertura –pero no puedo ni imaginarme como logró hacerlo… –susurré. Él me siguió.

–¿A quién te refieres con “pequeño”? –mientras hablaba se iba moviendo de aquí para allá, desapareciendo y apareciendo a voluntad pero de repente se esfumó. Busqué por los alrededores hasta localizarlo al otro lado del barranco, justo en el lugar donde quería llegar.

–¡¿Cómo has logrado hacerlo?! ¡Necesito pasar! –sin más volvió a desparecer mientras estallaba su risa.

–Tal vez la solución esté en algún lugar del bosque –comprobé que estaba tumbado sobre una rama, burlándose de mí con esas palabras –Yo lo sé todo –repetía una y otra vez, haciéndome pensar durante unos minutos, tras los cuales encontré la solución, él. Conocía muchísimo mejor este lugar que yo y sin su ayuda me sería imposible avanzar. No me quedaba otra que confiar en él y en su increíble don.

–De acuerdo, iré donde tú quieras, pero solo si me prometes que encontraremos así al chico que responde al nombre de Yamada Ryosuke –de todas formas la idea de tener que depender de otra persona seguía sin agradarme del todo.

–Estupendo. Dejaré que tengas el honor de escuchar el mío –apareció a mi lado con una sonrisa.
_____

–¿Así que Nishikido fue a por él y se ha quedado atrapado en su mundo? –preguntaba sorprendido el hombre del sombrero negro, ante la atenta mirada de su compañero.

“Sí, Koyama nos ha informado de que ha fallado en su misión” –pronunciaba en un hilo de voz aquél bufón sin gracia, temiendo ser ejecutado si le pillaban contando sus planes al enemigo en ese preciso momento –“¿Entonces fuisteis capaces de llegar antes?”

–Por supuesto, yo no iba a permitir que asesinasen al único que puede liberarnos de estos tiempos de caos causados por el emperador. Solo que… –se lamentaba en voz alta.

“Déjame adivinar. No se encuentra contigo, ¿verdad?” –recibió a través del aparato una respuesta afirmativa a su pregunta –“Ay, Yamashita, tienes que dar con él. Jin-sama ha mandado soldados por todo el país para encontrarle. Y ya sabes qué pasará si le localiza…” –tragó con dificultad intentando que no viniese a su cabeza ninguna imagen sangrienta.

–Ya lo sé, Junno, no te preocupes, si es su destino salvarnos, llegará a nosotros sin problemas. Confiemos en su poder –aunque intentaba sonar valiente y confiado, Shigeaki notaba el temblor de sus manos a causa de la preocupación –Cuelga ya, no puedo permitir que continúes poniéndote en peligro. Eso sí, en cuanto sepas alguna noticia más, házmela saber de inmediato.

“Por supuesto” –colgó la llamada y se dispuso a seguir a su señor sin que se dieran cuenta de su leve ausencia.

–¿Sabes algo del joven Ryosuke? –preguntó al más mayor, el cual tenía entre sus manos su sombrero de copa.

–Nos fuimos por caminos distintos, él se quedó a esperar a Kamenashi, aunque tenía miedo de llegar tarde. Solo espero que no se fuese antes de tiempo y dejase a su suerte a aquel muchacho –no se le daba nada bien esperar, era una persona impaciente y no ayudaba el ver que sus esfuerzos durante tantos años podían acabar realmente mal si algo le sucedía a Kazuya.
_____

–¿Y bien…? –habíamos andado durante un buen rato, estaba satisfecho de haber cruzado aquel desolador precipicio gracias a él, pero…

–¿Si? –daba saltos y se movía grácilmente por todo el lugar. Era alguien bastante hábil, se podía descubrir con solo echarle un vistazo.

–Aún no me has dicho cómo te llamas… –me costaba un poco seguir su ritmo pero él pacientemente me esperaba, sin alejarse demasiado de mí.

–Si tanto insistes en saber el nombre del señor, no te dejaré con esa terrible angustia –¿pero qué…? ¿Qué era todo ese descaro suyo? –Koki.

–¿Eh? –repetí parpadeando, no había sido capaz de escuchar bien lo que acababa de decir, eso me pasaba por estar quejándome en silencio de su actitud.

–Tanaka Koki, así me llaman –apareció ante mí, extendiendo su mano hacia mí, esperando a que le diera un apretón. Lo hice y una sonrisa surcó su rostro –Encantado, Kame –esa forma de llamarme me dejó sin habla, recordándome a Ueda. Durante todo el camino tuve un sentimiento de nostalgia, ¿por qué había deseado que me sacasen de mi rutina? Quería volver, cuanto antes, necesitaba hacerlo. 

Cómo fui pensando en mil cosas, no me di cuenta de que ya habíamos dejado atrás aquel bosque. Seguía habiendo setas, sin embargo ahora eran de diferentes tonos cálidos. Tanaka me detuvo colocando la palma contra mi pecho.

–¿Qué ocurre? –me quejé sobándome un poco esa zona, pero él simplemente se dedicó a señalar una pequeña casa no muy lejos de nuestra posición. No podía creerlo, ¿acaso estaba ahí el chico con aspecto angelical? Sin pensarlo dos veces salí corriendo hacia esa dirección, como Koki era capaz de seguir mi paso sin problemas, no me detuve en ningún momento. Pero empezaba a notar el cansancio sobre mi cuerpo, llevaba muchas horas corriendo y caminando sin parar y no había sido capaz de dormir nada desde el día anterior. 

Al llegar toqué la puerta impaciente, necesitaba regresar cuanto antes. Escuché un par de pisadas acercándose a mi posición, inquieto me mordí el labio y coloqué mi pelo un poco, la verdad es que estaba hecho un desastre. El acceso a la vivienda se fue abriendo lentamente y cuando estuve a punto de susurrar el nombre del joven, unos ojos rojos me recibieron. La herida que tenía en su mejilla… no había duda alguna. Retrocedí varios pasos, no, eso no podía estar pasándome a mí. No percibí cuando mi compañero se colocó entre ambos, dándole un abrazo al anfitrión.

–Koki, ¿acaso has escoltado a Kamenashi hasta aquí? –preguntó él. 

Atemorizado quise huir del lugar, le tenía pavor, muchísimo miedo, sus ojos me observaban, fijos en mí. Quería escapar cuanto antes pero mis piernas no se movían. ¿Qué debía hacer? Era malvado, estaba seguro de ello, tenía que ser el culpable de todo. Que estuviese atrapado en este lugar, lo que les ocurrió a mis tíos… todo eso era su culpa. De repente caí al suelo conmocionado, sintiendo un sudor frío y pegajoso por mi rostro. Todos esos dolorosos recuerdos inundaron mi mente, haciéndome vomitar de nuevo, pero esta vez solo fue bilis, a consecuencia de que mi estomago estaba vacío.

–¿Estás bien? –que voz tan dulce, pensé mientras esa persona me ayudaba a ponerme en pie. Sentí una desesperada necesidad de ponerle rostro a aquella tierna voz, y al abrir los ojos buscando su procedencia me encontré con los suyos carmesí. Desconocía la razón por la que el miedo se había empezado a apaciguar ligeramente. Quizás el motivo fuesen sus dedos, que limpiaron con delicadeza la comisura de mis labios sin importarle el mancharse con aquel líquido asqueroso. ¿Acaso el miedo me impidió ver ese lado tan amable? Me estaba volviendo loco... después de todo, él...

–No te me acerques… –da igual cuan amable fuese conmigo... –¡Déjame! –le aparté de mí bruscamente, abrazando después mi cuerpo con ambos brazos, me negaba a tener nada que ver con él –Esa mirada, esos ojos, rojos como la sangre… no hay duda, ¡tú eres un monstruo! –sabía perfectamente que eso había sido irrespetuoso y que mis palabras le hirieron. También que los habitantes de Nightmare poseían un color de iris especial. Era consciente de cada una de esas cosas, y que los suyos fuesen de esa tonalidad no era lo que me inquietaba en ese momento... sino esa sensación, ese escalofrío provocado por el roce de sus yemas, nuestras miradas cruzándose, su simple presencia... no podía explicar el qué, pero me hacían sentir algo y eso me aterraba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario