Habían transcurrido varios días desde la primera vez, la
primera vez en que Haru y yo nos mensajeamos por móvil. Ninguno de los dos
estaba acostumbrado a manejar habitualmente ese tipo de aparatos, pero las
conversaciones banales se sucedieron al final una tras otra. Inesperadamente,
me di cuenta de que ya era una rutina saludarle antes de irme a dormir. Solía
responderme, y otras muchas veces dejaba de hacerlo, tal vez le resultaba
incómodo teclear tanto. Aquella noche fue bastante divertida, no podíamos vernos
muy a menudo últimamente, por lo tanto aprovechaba la mínima ocasión para
desafiarle e intentar provocarle.
“Haru, ¿de verdad piensas que puedes vencerme?
Si es así te reto, pero intenta dar lo mejor de ti, ¿de
acuerdo?”
Una imprudente sonrisa se esbozó en mis labios, empezaba a
sentir la imperiosa necesidad de batirme en duelo con él. Su contestación no se
hizo mucho de rogar.
“No me importan los tiempos, yo sólo nado estilo libre”
-Maldita sea… -refunfuñé. Por desgracia me imaginaba que
diría eso, aunque a insistencia puede que yo no tuviese rival.
“¿Sigues pretendido hacer ver que no te crees superior a mí?
Puedo volver a calentar esa expresión siempre que quiera”
Alcé momentáneamente la vista, Sosuke parecía descansar
plácidamente en su cama. La música de sus auriculares retumbaba hasta mis
oídos, a pesar de que el volumen no era muy alto. La vibración del teléfono me
sobresaltó de repente, por fin obtenía una nueva respuesta, o no tanto.
“Yo sólo nado estilo libre”
Chasqueé la lengua entre incontables gruñidos, no se cansaba
de repetir lo mismo una y otra vez. Me di por vencido y cerré los párpados, era
absurdo seguir intentando algo que no llegaría a ningún lado. Si tenía relación
con la natación, Haru se encerraba en un bucle del que nadie podía sacarle. Por
una parte me trastornaba y por otra me entretenía enormemente, eso al menos
tenía que admitirlo. Un nuevo mensaje, me asombró comprobar que era de Haruka
también, eso sí que no me lo esperaba. Al abrir el contenido una imagen
apareció en la pantalla de mi móvil, se trataba de un bañador. Lo visualicé
durante un buen rato y únicamente llegué a una conclusión, era igual que todos
los demás que él poseía en su colección, a excepción de la forma de las rayas
moradas. Era un enigma saber lo que quería darme a entender, pero algo captó mi
atención en su gran mayoría, en la instantánea lo llevaba puesto. Los segundos
pasaban y yo continuaba ahí, mirando atontado la cintura de Nanase, ¿qué
demonios me estaba pasando…?
-Rin, es tarde, deberías dormir un poco, mañana será un
largo día –la voz de mi compañero de cuarto me asustó, tanto que bloqueé
inmediatamente el teléfono -¿estás bien…? –respondió extrañado, a lo que asentí
rápidamente.
-Claro, ¿por qué no iba a estarlo…? –me reí forzado y él se
dio cuenta, sin embargo prefirió dejar el tema y volvió a recostarse en su
litera. Deseaba sacar de mi mente cualquier pensamiento incoherente referente a
Haru, jamás me había ocurrido algo parecido. Para mi alivió alguien dio un par
de toques a la puerta.
-Hola, hermano –saludó radiante aquella dulce chica.
-¿Gou…? –no pude evitar soltar un profundo suspiro, no es
que me desagradase el hecho de que me visitase, pero ahora me hallaba
desconcertado de verdad.
-Tengo que hablar contigo, sólo será un momento, lo prometo
–retiré los pies, permitiendo que tomase asiento a mi lado, en el colchón.
-Es de noche, ¿tan urgente es…? –respondí espantado.
-No es eso, además, te recuerdo que yo también tengo un equipo del que hacerme cargo –se tomó una corta pausa y prosiguió al instante,
soltando la propuesta con una intensa alegría y confianza –me gustaría que
Iwatobi y Samezuka entrenasen en conjunto, sé que las competiciones se acercan
y es muy repentino, pero creo que es algo que beneficiaría a ambas partes, me encantaría
ver el progreso que han tenido los clubes desde que nos vimos por última vez
–me quedé pensativo ante el ofrecimiento, es cierto que se trataba de algo
imprevisto e inesperado.
-No es que no quiera, aunque mi cometido es enseñar a los
principiantes y no sé si tendré tiempo… -refuté levemente, ya que mi familiar
me cortó antes de que pudiese retractarme.
-¡Hecho! –sus gritos de júbilo resonaban por toda la
residencia.
-Oye, yo no he dicho que sí…
-Si estás dispuesto vendremos a última hora, no queremos suponerte
una molestia, hermanito –al ver sus ojos llenos de ilusión no pude llevarle la
contraria, sabía bien qué hacer para obtener de mí casi cualquier cosa –por
cierto, te he traído galle…
-¡Gou! –Momotaro apareció de repente en la estancia, me perturbaba
que tanta gente se acumulase dentro.
-Lo siento capitán Rin, no he podido retenerlo… -se excusó
Nitori, el cual permanecía todavía en el pasillo.
-Mierda… -rechisté. Sosuke contemplaba intrigado la escena y
mi creciente molestia.
-Gou, dime, dime, ¿has venido a verme a mí…? –Mikoshiba daba
vueltas alrededor de la muchacha, que únicamente se quedó quieta en el mismo
sitio.
-Pues a decir verdad…
-Venga, largo de aquí, deja ya de incordiar… -me levanté de
golpe y agarré a Momotaro del cuello, arrastrándole lo más lejos posible.
-Rin, suéltame, ¡quiero irme con ella! –continuó bramando el
cargante chico de pelo naranja.
-¡Hermano! –chilló tarde la pequeña Gou. Mi móvil se había
caído al suelo, por suerte cuando ella lo recogió no aparentaba haberse
estropeado –vaya, veamos si se enciende… ¡ah!
-¿Te ocurre algo…? –preguntó Yamazaki, alarmado por tal
vocerío. Gou negó repetidas veces, no apartaba la vista de la pantalla.
-Tengo que irme ya, a… adiós Sosuke, díselo a Rin, ¿vale…?
★ ✩ ★ ✩
-Gracias
a todos por el entrenamiento de hoy, revisaré
los tiempos y hablaré con cada uno de vosotros sobre ello –tras hacer una
reverencia y recibir el agradecimiento del resto de compañeros, todos
comenzaron a abandonar la piscina, menos Sosuke, que continuaba estático a un
lado –ya hemos terminado, ¿te apetece hacer algo?
-Por mí está bi….
-Ya estamos aquí –alguien cortó
la frase de Yamazaki repentinamente, reconocía perfectamente de quién se
trataba, ¿Gou?
-¡Rin! –el saludo extravagante de
Nagisa hizo que me recorriese un escalofrío por todo el cuerpo, debía ser una
pesadilla, una auténtica e innegable pesadilla.
-Un momento, ¿se puede saber qué
hacéis todos aquí…? –al girarme nuestras miradas se encontraron, Haru también
había venido, desgraciadamente.
-Hicimos un trato, una vez
terminasen vuestros ejercicios haríamos los desafíos, ¿no?
-¡Pero no sabía que comenzaríamos
hoy! –me llevé las manos a la cabeza, la situación me exasperaba.
-El entrenador Sasabe iba a usar
los carriles para practicar con los nuevos alumnos hoy, y fuera está lloviendo,
no podemos utilizar la piscina de Iwatobi… -aclaró Makoto.
-Si supone un inconveniente nos
iremos… -no sé explicar lo que sentí al escuchar a Haru decir eso, lástima tal
vez.
-Está bien, quedaos… -Gou y
Nagisa vinieron a abrazarme, mientras Makoto y Rei manifestaban un notable entusiasmo
–venga, id a cambiaros ya, no me hagáis esperar más… -la pelirroja y Sosuke
aprovecharon el tiempo para entablar una corta conversación, aunque éste último
se mostraba constantemente enfadado. Para mi sorpresa Haru fue el único que no
se marchó -¿no vas a ponerte el bañador?
-Ya lo llevo puesto –respondió.
El moreno soltó el cinturón y dejó caer los pantalones al suelo, yo tragué
saliva.
-Vaya, es algo propio en ti…
-había pasado toda la noche en vela después de ver la fotografía de Haru. En mi
mente no dejaba de cuestionarme tantas cosas, entre ellas la reacción que tuve,
nunca antes me había pasado algo similar, tal vez me sugestionaba con facilidad.
-Tienes ojeras, ¿no has dormido…?
-Estoy perfectamente… -no quería
que indagase más en el asunto.
-Supongo que entonces podemos
tener un duelo, ¿no? –abrí los ojos en demasía, era la primera vez que Haru me
lo proponía. Sabía que no estaba en las mejores condiciones, no obstante era
incapaz de dejar escapar una ocasión así.
-¿Estás listo para perder contra
mí? –mostré mis afilados dientes al sonreír, mi ánimo y temperatura empezaban a
elevarse –voy a hacerte llorar, Haru… -su semblante cambió al escuchar tales
palabras. No esperamos a que los demás regresasen, ambos nos pusimos las gafas
y nos colocamos al saliente de la piscina, dispuestos a dar lo mejor de
nosotros mismos.
-Chicos, ¿qué hacéis…? –inquirió
una asombrada Gou.
-¿Preparado? –me posicioné
correctamente y examiné cautelosamente a mi contrincante, haciendo el conteo –tres,
dos, uno… ¡ya! –al lanzarme al agua lo supe, me había retrasado
inexplicablemente. Una vez caí me di cuenta de todo, ¿acababa de lesionarme?
-¡Rin! –gritó mi amigo Sosuke.
Era incapaz de moverme, mi brazo derecho no respondía, lo tenía paralizado y
entumecido. Pretendí agitar el otro para salir a la superficie, pero un dolor
desgarrador me impedía hacer más esfuerzos. Me hundí y finalmente mi espalda
tocó el fondo, aunque no por mucho tiempo. Alguien me sujetó por la cintura y
tiró de mí, era él, era Haru. Al sacar la cabeza busqué oxígeno
desesperadamente, ya había pasado el peligro.
-Responde, Rin, ¿te encuentras
bien…? –el nerviosismo de Gou era visible. Entre todos me ayudaron a salir de
la piscina, incluido Rei, Nagisa y Makoto, que acababan de volver atemorizados
por los alaridos.
-No pasa nada… -quité importancia
a mi estado y me incorporé del frío y húmedo suelo en el que me habían tumbado, sin embargo un
pinchazo sacudió de nuevo mi hombro, era evidente que algo no iba bien.
-Voy a acompañarle a enfermería,
esperad aquí –Yamazaki se ofreció de apoyo y me condujo apresuradamente fuera
de las instalaciones. Lo último que vi fue el rostro pálido de Nanase, que se
volvía más y más blanco a medida que yo me alejaba.
★ ✩ ★ ✩
-Hermano… -oí la voz temblorosa
de Gou una vez salí de la sala.
-Os dejo solos, te esperaré en el
dormitorio –tras la retirada de Sosuke, los dos nos sentamos en una banca
cercana, me deprimía ver la expresión de angustia que tenía ella en el rostro.
-Tranquila, puede que te
sorprenda ver los vendajes, pero se trata sólo de una contractura, si tengo
cuidado me recuperaré muy pronto –nos quedamos en silencio, por lo tanto continué
hablando –ya casi no me duele, si
hubiese sido consciente de la situación no habría pasado esto…
-Haru me lo ha dicho, no estás
descansando lo suficiente y te hemos forzado demasiado, perdónanos… -fruncí el
ceño al ver que hacía una reverencia.
-Eso no es cierto… -me mordí el
labio inferior –por cierto, ¿dónde están los demás?
-Se fueron ya a casa, prometí que
les avisaría del diagnóstico médico antes de irme a dormir, estaban muy preocupados
por ti…
-Ya veo… -a mí también me
inquietaba otra cosa, Haru. A causa de mi estupidez seguramente lo estaría
pasando mal. Gou se rió de forma traviesa, no entendía el motivo.
-Sé en quién estás pensando,
hermanito… -mis mejillas cobraron un tono rojizo, ¿era posible que lo intuyese
realmente? –vi la foto, te gusta Haru, ¿verdad?
-¿Eh…? –sólo alcancé a parpadear
-¿¡pero qué locuras dices!?
-No tienes que enfadarte, tu
secreto está a salvo conmigo, lo prometo –sus risas me fastidiaban enormemente.
De todas las opciones en las que llegué a meditar no me permitía a mí mismo que
esa fuese la real.
-No digas tonterías, no me gustan
los hombres…
-¿En serio…? –observé de refilón
que se llevaba un dedo a los labios, soltando un sonidito propio de alguien que
reflexionaba –yo nunca te he visto con una mujer, ni tampoco has mostrado
interés por ellas…
-¡Eso no significa que sea
homosexual! –di un pequeño golpe a la pared, provocando que una vez más mis
músculos se resintiesen –además, Haru es… -tartamudeé –Haru es... mi…
-Adelante, busca una explicación
acorde a lo que quieres ocultar –volví a ruborizarme, no era capaz de expresar
lo que él significaba para mí.
-No estoy dispuesto a oír más memeces…
-no lo dudé, iba a irme de allí deprisa. Mi hermana no lo permitió y me sujetó
por la sudadera, deteniéndome.
-Lo siento, ya lo has negado, por
lo tanto voy a creerte -de su cartera sacó un trozo de papel, no descifraba
desde lejos lo que ponía –verás… he comprado unas entradas para ir al acuario,
pensé que un pequeño descanso nos vendría bien, toma –agarré el billete y lo
examiné exhaustivamente.
-Yo paso, tengo muchas cosas que
hacer…
-¡Ya me he gastado el dinero! –me
recriminó la menor, ¿la había hecho enojar? –te has hecho daño y necesitas
descansar, vamos a divertirnos todos juntos, vamos, vamos, vamos…
-Vale, para ya… -la retiré a un
lado para que dejase de zarandearme -¿quién va a ir…?
-Haru, Makoto… -comenzó a enumerar
con los dedos - Rei, Nagisa, Sosuke y yo, ¡por eso no puedes faltar!
-De acuerdo, iré… -no conseguí
contener un fuerte resoplo, ese tipo de actividades no me interesaban en
absoluto. Tras ello Gou se fue y yo por el contrario permanecí en aquel pasillo
un rato más, divisando todavía el pase que me había entregado.
★ ✩ ★ ✩
Llegué al punto de encuentro,
pero por más vueltas que daba a la zona no localizaba a ninguno de ellos. Mi ya
normal malhumor aumentaba, había madrugado inútilmente. Teniendo en cuenta que
de nuevo no conseguí dormir bien, me jodía bastante. Anduve un par de pasos
hacia atrás, chocándome al final contra alguien. Al voltearme comprobé que se
trataba de Nanase, no quería quedarme a solas con él ni un minuto, ¿todo tenía
que salir mal?
-¿Rin…? –pronunció tan abrumado
como yo.
-Haru, ¿has venido tú solo…?
-Makoto tenía que encargarse de
sus hermanos antes, y el resto vendría hasta aquí directamente… -respondió en
un tenue murmullo.
-Entiendo, a mí me ha pasado algo
parecido –mencioné, resumiendo brevemente los hechos–anoche no pude
preguntárselo a Sosuke, dormía ya, pero cuando me he levantado esta mañana
había desaparecido de la habitación, me imaginó que llegará por libre…
-¿Yamazaki…?
-Sí, mi hermana le ha invitado a
él también –afirmé. Haruka no dijo nada más, permaneció durante un rato en
silencio con la mirada fija en el despejado cielo azul. Yo revisaba el reloj
constantemente, nadie daba señales de vida –voy a llamarles… -el primer número
que se me ocurrió fue precisamente el de mi compañero, por lo tanto lo marqué.
Un par de tonos después acabó contestando.
-¿Si…? –aprecié sus intensos
jadeos.
-Tú, ¿se puede saber dónde
estás…?
-He salido a correr de madrugada,
¿ha pasado algo…? –se había olvidado, ¡no podía creérmelo!
-Habíamos quedado hoy, en el
acuario, ¿en qué estás pensando…?
-No sé de qué hablas, yo no he
quedado con nadie en ningún sitio… -al escuchar su versión me quedé callado,
tenía que haber un error.
-Gou te ha avisado, ¿no…?
-Te equivocas, no entiendo de que
estás hablando, Rin... –apreté mis dientes tan fuerte que llegaron a rechinar,
me empezaba a sentir estafado. En ese preciso instante me llegó un nuevo
mensaje -¿Rin…?
-Tengo que colgar, ya hablaremos
luego –corté la llamada y abrí la notificación.
“Lo siento hermanito, sé que ahora mismo estarás furioso
conmigo, recuerda que lo he hecho por ti.
Pasadlo muy bien, ya me contarás que tal ♥”
Efectivamente, había sido víctima
de una estafa. Solté un grito tan alto que incluso Haru se intimidó. Iba a
darle su merecido a esa enana en cuanto la viese, no sé cuál era su malvado
plan, pero no estaba dispuesto a colaborar en ello.
-Rin, ¿va todo bien…? –el moreno
colocó una mano en mi nuca, tal vez pretendía apaciguarme.
-Haru, yo… -titubeé. Él esperaba
a que terminase la frase, sin embargo me veía incapaz de dejarle allí tirado. Siempre
huía de mis miedos, tal vez no tenía el suficiente valor para enfrentarme a
ellos, no obstante la expresión seria y a la vez decaída de Haru me infundió
precisamente esa valentía –lamento decirte que no van a venir, puedes irte si
quieres… -Nanase apretó las manos, entendía su indignación –quédate… -le pedí.
Me pareció ver entonces como los pómulos de Haruka adquirían un leve color rojo
-no es que yo quiera estar contigo, es que ya que has venido hasta aquí…
-Está bien, si no queda otra
opción… vamos –sonrió tiernamente. Haru me había sonreído. Mi corazón se alteró
tanto que comenzó a latir más rápido y fuerte de lo normal. No entendía muy
bien que acababa de suceder, me agarré la camiseta y respiré con dificultad,
tenía que recomponerme, no quería que me viese así.
★ ✩ ★ ✩
Caminamos durante varias horas y
llegamos a recorrer gran parte del recinto. Era sorprendente ver la energía que
desprendía mi acompañante y aunque yo estuviese en buena forma, acabé
fatigándome.
-¿Quieres parar? –preguntó al
verme en esa situación.
-Estoy bien, todavía puedo
seguir… -en realidad mi cuerpo no soportaba más tanta presión, da igual lo
tenaz que quisiese parecer, el dolor del brazo me impedía esforzarme.
-Entremos ahí, seguramente podrás
sentarte en algún lado –señaló un cartel que indicaba la localización de los
tiburones. Pasamos por un extenso pasillo en forma de bóveda, era espectacular
ver nadar a diferentes animales marinos en su interior, aunque yo solamente prestaba
atención a Haru. Al mirar al agua sus ojos se iluminaban, tanto que incluso
destellaban un intenso color azulado, seguramente no existía nada tan hermoso y
puro. Al darme cuenta de mis necias cavilaciones, me di un pequeño golpe en la
frente, tenía que reaccionar –Rin, ahí –mencionó el moreno, sentándose en el
último peldaño de unas solitarias escaleras.
-Vaya… -escualos de todas clases
nos rodeaban ahora, formando una vista verdaderamente asombrosa.
-Te pareces a ellos –me extrañé
por el comentario, no adivinaba en que –los dientes… -dijo, enseñándome los
suyos para compararlos.
-Sandeces, es obvio que no
tenemos nada en co… -el reflejo de mis puntiagudos colmillos en el cristal
confirmó la suposición de Haruka, no podía estar más cortado por ello -¿es que
eres experto en tiburones o qué…?
-No realmente, pero sé algunas
cosas de ellos…
-¿Cómo el qué…? –a mi
interrogante, Haru demostró su teoría subiéndose encima de mis piernas y
seguidamente me tumbó, permaneciendo durante un rato en esa perversa posición.
-Supuestamente si recuestas a un
tiburón de esta manera le dejas en una especie de trance, son incapaces de
moverse –y era cierto, no podía hacerlo. Tener a mi compañero de esa forma y
tan cerca de mí, hizo que mi interior volviese a revolucionarse, la situación
era comprometida.
-Haru… -musité acalorado. Una
gran cantidad de adultos y niños accedieron al pabellón, lo que provocó que
Haruka se apartase. Me costó un tiempo recomponerme, ¿por qué había hecho eso…?
-¿Y tu lesión…? –cambió de tema.
-No es nada grave… - volteé la
cara en una dirección opuesta a la suya –no fue culpa de nadie y menos tuya,
¿lo entiendes…?
-¿Puedo hacer algo que te ayude a
recuperarte?
-Así que quieres ayudarme, de acuerdo, algo
sencillo… -medité concienzudamente que podría pedirle, que mostrase ese interés
en mí era una oportunidad única – lo tengo, ¿qué tal si me cocinas algo la
próxima vez?
-He traído comida, podemos
compartirla si quieres –de la mochila sacó un bento que contenía únicamente
caballa y arroz.
-Me temo que no es saludable alimentarte
sólo de eso…
-Gou dijo exactamente lo mismo –el
pescado que había preparado olía realmente bien, aunque era insuficiente para
los dos.
-¿No has traído carne…?
-Me gusta la caballa, si no
quieres me la comeré yo –pronunció visiblemente malhumorado, alejando
posteriormente el bento de mi alcance.
-Vale, pues préstame unos
palillos por lo menos–estaba ansioso por probar otra vez el suculento almuerzo
de Haruka. Era una persona que poseía dones innatos, no necesitaba esforzarse realmente
para hacerlo todo bien, en el fondo tal vez eso me mortificaba y a la vez era
digno de mi admiración. Yo era distinto, mi mayor característica podía decirse
que residía en el esfuerzo.
-Tendremos que compartirlos
también, me he traído un par –en un principio no vi inconveniente alguno y
asentí, pero al cabo de un rato me di cuenta, iba a probar indirectamente la
saliva de Haru. Primero empezó él, yo me inquieté al ver como sus labios rozaban
los utensilios, tenía que calmarme. Verle saborear delicadamente lo que ingería
no ayudaba en nada, era un auténtico suplicio.
-Te toca –era mi turno. Sujeté
los palillos medianamente bien, las manos me temblaban, y procedí a dar un
bocado. Cuando estaba a punto de hacerlo me arrepentí, dando marcha atrás.
-Lo siento, no puedo… -Nanase me
contempló desconcertado, era normal, hasta yo lo estaba.
-Te duele, ¿no? –devolví la
mirada, ¿a qué se refería? –allá voy –me agarró por la barbilla e hizo que
abriese la boca, metiéndome el trozo de caballa dentro.
-¡Haru! –elevé la voz, llegando
casi a atragantarme del susto -¿qué haces…?
-Te duele el brazo, es eso,
¿verdad?
-¡Por supuesto que no! –noté la
falta de aire en mis pulmones, iba a acabar conmigo si seguía así.
-No hay quién te entienda, Rin…
-respondió Haruka.
Varios intentos fallidos después,
dejé de procurar comerme su caballa y salimos de aquella zona. Él andaba
delante de mí, yo le seguía a paso lento por detrás, no me arrepentía de haber
venido. El comportamiento de Haruka era extraño, inexpresivo y me sacaba de
quicio, sin embargo suponía para mí alguien que me aportaba confort, un cálido
y dulce confort que no cambiaría jamás por nada. Entonces lo supe, todas mis
sospechas se confirmaron, a mí me gustaba Haru. Me detuve impresionado, nunca
me había fijado en nadie, ¿por qué un hombre tenía que suponer mi primer amor?
-Ha… Haru, yo… -era la ocasión
ideal, tal vez la única que tuviese en mucho tiempo, iba a declarar mis sentimientos,
así comprobaría los suyos, no ganaría si no arriesgaba –verás, creo que tú me…
–divisé todo los alrededores buscando su silueta, se había esfumado. Le
localicé a lo lejos, fisgoneando en el área de los pingüinos –tú, avísame de
que te vas, ¿es que no me tienes en cuenta…?
-Perdona –se disculpó sin retirar
la vista de los pequeños animales. No me rendiría, de eso nada, ahí iba mi
segunda confesión.
-Haru, quiero hablar con… -de
repente unos niños que corrían le empujaron sin querer, provocando que se
tambalease -¡cuidado! –alcé los brazos, permitiendo que cayese entre ellos. El
acercamiento de nuestros rostros cohibió a Nanase, a mí me ocurrió exactamente
lo mismo -¡mirad por donde vais!
-Gracias… -susurró tímidamente.
-Presta atención a lo que voy a
decirte… -esta vez no se escaparía. Le retuve por los brazos y me cercioré de
que me oía, por fin, por fin lo soltaría –tú… a mí…
-Rin, creo que tienes un pato
cerca del pie –efectivamente, un pequeño y maligno bicho se interponía
nuevamente. Haruka simplemente se entretuvo el resto del día con su nuevo
amigo, seguramente se habían encariñado el uno del otro. Desaparecía sin que
pudiese darme cuenta, pero tal vez estar alejados supondría al final un punto a
mi favor.
★ ✩ ★ ✩
-Makoto –saludó Nagisa. El
castaño había salido a recibirles al escuchar varias veces sonar el timbre.
-Hola chicos, ¿qué hacéis aquí? –preguntó
pasmado.
-Venimos a pasar la tarde, traigo
bollitos rellenos de fresa, ¿te apetece uno? –el rubio no espero respuesta
alguna, decidió adentrarse en la vivienda, dejando a Rei atrás.
-Disculpa la intromisión, no es nuestra
intención molestarte, pero Nagisa ha insistido, supongo que se aburría –al
final los tres se reunieron en el cuarto de estar y el anfitrión sirvió té
junto a la repostería del rubio.
-¿Y Haru? –era insólito que no
acudiese con el resto de los amigos.
-¿No te lo ha contado Gou? –el
más bajito soltó una risueña risa –está pasando el día con Rin en el acuario
–Makoto abrió los párpados de golpe.
-¿En el acuario…? –repitió a modo
de interrogante.
-Sí, eso es, tal vez pretende que
recuperen el tiempo perdido –comentó Nagisa.
-O que puedan hablar
tranquilamente de sus cosas, esa es otra opción –agregó Rei. Tachibana dejó de
hacer caso a la conversación y las disputas amistosas de los presentes, la
notica le descolocó por completo.
★ ✩ ★ ✩
-Haru, ¿y tu pato? –me dejé caer en el banco donde descansaba,
pillándole por sorpresa.
-Se fue, su madre regresó a por él, casi me ataca –al oír aquello
solté una risa colosal.
-Ya veo, deberías tener cuidado, ¿no crees? –al bajar la mano la
deposité justo encima de la suya y el contacto desencadenó que ambos nos
mirásemos. Mis dedos ardían por su suave roce, su piel era tersa. A lo lejos
los sonidos de los delfines nos sacaron de ese aprieto y Haruka huyó como ya
era costumbre en él –joder… -le perseguí esta vez, sino sería imposible
hallarle después, y allí estaba, delante del delfinario –parece que los
animales te adoran –todos acudieron a verle apresuradamente. Mientras yo
continuaba embobado, el moreno aprovechó para deshacerse de su ropa, quedándose
en bañador –oye, creo que es hora de ir… ¿¡Haru!? –chillé, y aunque procuré
detenerle era demasiado tarde, había saltado al agua –¡vuelve ahora mismo! –le
ordené en vano, no atendía a razones. Al final decidí acercarme al borde para
tenderle una mano y ayudarle a salir, aunque perdí el equilibrio y yo también
me caí al interior del enorme estanque, estábamos perdidos.
★ ✩ ★ ✩
Los empleados nos llevaron a una sala y accedieron a prestarnos
varias toallas para que pudiésemos secarnos, por supuesto también tuvimos que
aguantar una regañina, yo me disculpe en nombre de los dos.
-He cometido una estupidez, espero no haberte estropeado el día…
-comentó. Se le veía arrepentido y afligido.
-Podría haber sido peor… –por suerte no tuvimos que salir del
parque ni pagar ningún tipo de multa. Me entristecía ver el semblante de Haru
tan abatido, era el momento preciso, si le animaba me apuntaría un tanto –oye,
te he comprado una cosa, ¿quieres verla?
-¿Para mí…? –me reí al verle estornudar.
-Claro, mira –del bolsillo de mi pantalón empapado saqué un
colgante con forma de delfín, era de cristal. Al revelar el regalo Nanase se
emocionó, tanto que su reacción fue agachar la cabeza. Sabía ya de memoria que
aquello suponía un fuerte impacto para mi amigo, aunque no fuese capaz de
demostrarlo.
-Rin… -musitó.
-Lo vi en una tienda y pensé que te gustaría, ¿he acertado? -le
costaba responder, se limitó a sonreír, eso era suficiente para mí. Me coloqué
detrás de su espalda y le ayude a ponérselo, lucia mucho mejor en su cuello.
Una vez la humedad
desapareció de nuestra vestimenta, salimos del acuario, podría decirse que ahí
finalizaba el encuentro. Los dos nos quedamos quietos frente a la carretera,
aguardando al siguiente bus. Durante la vuelta no dijimos mucho más, el
cansancio se apreciaba en el rostro de Haruka, quién se tumbó de lado en el
asiento. Deslicé las yemas de los dedos por su cabello, en esa posición se veía
tan débil y vulnerable, que no quería dejarle ir solo hasta su casa, ¿y si le
ocurría algo en el camino?
-Rin, ha sido divertido –hizo una reverencia al bajar del autobús,
dirigiéndose después a la calle por donde debía ir –nos vemos…
-Espera… -le enganché por la muñeca y tiré de él -¿puedo ir
contigo…? –a mi pregunta se quedó dubitativo, ¿le supondría un estorbo que
prácticamente le escoltase?
-No hace falta, pero si te empeñas… -perfecto, creí que se trataba
de una misión imposible convencerle. Me acordé de una idea estúpida en mitad
del camino y la solté de golpe, sin recapacitar.
-Haru, ¿no te recuerda esto a una… cita?
-Sí… -dijo, haciéndome feliz, aunque desafortunadamente mi dicha
no duraría mucho más –una salida de amigos, te refieres a eso, ¿no? –dolió,
dolió mucho, tanto que casi se me saltan las lágrimas delante suya. Era obvio,
no podía esperar otra cosa, no debí ambicionar tanto, me sentí tonto, un tonto
que acababa de sufrir un temprano y duro desamor. El fallo era mío, declararse
tan rápido contraía consecuencias nefastas, ahora lo entendía -Rin –elevé la
vista, comprobando que ya habíamos llegado a su domicilio. Estaba tan abstraído
que ni me enteré de ello -¿quieres quedarte a dormir? –le miré atónito,
¿hablaba en serio?
-Será mejor que vuelva a los dormitorios, no he avisado hoy…
-Es fin de semana y estás lesionado, por lo tanto no puedes
entrenar, no creo que les importe –vale, en eso llevaba razón, pero después del
chasco me costaba estar a su lado. Una dura decisión, si me negaba puede que le
hiciese daño, y sino el torturado sería yo -¿Rin?
-¡Está bien! -acepté a regañadientes.
Haruka me prestó un pijama limpio y se encargó de lavarme la ropa
sucia. Después nos fuimos directamente a su cuarto, los dos estábamos agotados.
Me mantuve casi todo el rato en silencio, por lo menos hasta que le vi tumbarse
en la cama.
-Oye, ¿y mi futón…?
-No lo he sacado, dormiremos en la misma cama –de ninguna manera,
sería lo último que haría en una situación así.
-Quiero el futón, venga, dámelo o dime donde está… -persistí.
-Ya lo hice la última vez, ¿tan horrible es que te acuestes aquí?
–precisamente era todo lo contrario.
-Está bien, me tumbaré contigo, pero cállate ya y duerme…
-rechisté abochornado. Era incómodo en todos los sentidos estar tan pegados,
nuestras espaldas se rozaban, al igual que nuestros pies. Al rato empecé a
tener pensamientos un tanto impuros referentes a mi compañero de habitación, yo
era un chico después de todo, querer sexo no estaba mal, simplemente tenía que
controlar mis impulsos –Haru… -hablé en voz baja, diciéndolo –te quiero… -lo
hice, lo reconocí, admití lo que sentía, aunque él ya se había dormido.
★ ✩ ★ ✩
Pasaron días desde entonces, semanas en concreto, y Haru no volvió
a responder a ninguno de mis mensajes. Decidí no incordiarle más, sus motivos
tendría. Llegué a la conclusión más obvia, habría escuchado lo que pronuncié
mientras él dormía. Sosuke se dio cuenta de mi bajo estado de ánimo durante las
prácticas de Samezuka, y es que seguir sufriendo dolencias que me impidiesen
nadar tampoco ayudaba en nada.
-Pronto volverás a zambullirte en el agua, seguro –comentó una vez
salió de su carril.
-No importa, eso ya lo sé… -respondí de mala manera, aunque por
supuesto no era mi intención –perdona, soy un idiota… -no se merecía ese trato
por mi parte, tenía que arreglarlo –oye Sosuke, te debo un paseo, ¿qué opinas?
-Por mí está bi….
-Ya estamos aquí –alguien cortó
la frase de Yamazaki nuevamente, ¿acababa de tener un deja vu?
-Gou… -estaba impresionado, todo
Iwatobi había venido con ella. Sosuke simplemente tiró sus gafas contra el suelo
y salió del lugar, ¿se había enfadado?
-Hoy no venimos a lo que piensas,
queríamos ver si te has recuperado ya –a su comentario suspiré profundamente,
no tuve que aclarar mucho más –vaya, es una lástima, pero tú eres fuerte, todo
saldrá bien –la expresión de mis compañeros me consolaba, aunque ver a Haruka
allí tan sereno me aturdía por igual.
-Te esperamos fuera, queremos
invitarte a cenar –sentenció Rei. Ellos se marcharon y yo me quedé a solas con
mi hermana pequeña, que repentinamente sonrió.
-Se lo he preguntado a Haru y no
me ha dicho nada del tema, ¿cómo fue el día del acuario?
-Un desastre… -llevé una mano a
mi cara, ocultando los ojos tras ella –no hay otra definición mejor…
-Seguro que no fue para tanto,
exageras –ambos nos dimos cuenta de que no estábamos solos, Nanase continuaba
allí, melancólico y abatido –voy a alcanzarles, hasta ahora –la menor se fue
corriendo y yo me acerqué a él.
-Eh, Haru, ¿qué tal estás…?
–pregunté a la vez que me apartaba el flequillo de la frente.
-Bien, estoy bien, ¿y tu brazo…?
–indagó también.
-Ya ves, todavía no me he curado
del todo, aunque gracias a la rehabilitación confío en que nadaré en breve…
-todo era tan irritante, que desagradable, reencontrarnos así –por cierto, no he obtenido respuesta alguna a
mis mensajes, ¿por qué…?
-He estado ocupado, quería
entrenar…
-No me pongas excusas, es obvio
que no es eso, ¿es que acaso estás molesto por lo que te dije la otra noche?
–Haru me miró extrañado.
-¿A qué te refieres? –mierda,
parece ser que no lo sabía.
-Nada, cosas mías… –era mejor
dejarlo así. Nanase de repente se desvistió, aunque esta vez lo hizo
lentamente, no, otra vez no, maldije para mí mismo –los demás nos están
esperando, ¿vas a bañarte ahora?
-No tardaré mucho, lo prometo
–cogió impulso y saltó al agua, salpicándome. Jamás dejaba de fascinarme, le
había extrañado. Era triste vivir sin ver sus gestos impasibles o sus
extravagantes actos.
-Bien… -yo me quedé fuera,
divisando su silueta flotar en el agua. Cuando no veía a Haru sentía un vacio
en mi alma, tan grande que ni la natación podía llenarlo. Y allí le tenía de
nuevo, deleitándome con los movimientos de sus dedos abriéndose paso a través
del agua. Hubo un instante en que le vi sumergirse y cuando salió me di cuenta
de que algo le ocurría.
-Rin, he perdido el colgante…
-¿Eh…? –supongo que se refería al
delfín que le compré.
-No lo encuentro, se me ha debido
caer cuando me he tirado… -nunca solía ver a Haru así, tan agobiado.
-Espera, no te muevas –me quité la
camiseta y pegué otro brinco hacía la piscina, buceando en busca del obsequio
que le di. Una potente luz me cegó, era el delfín, sí, era el delfín de
cristal. Lo recuperé y salí de nuevo a la superficie, encontrándome con Haru
realmente cerca –lo tengo, dame algo a cambio, ¿no? –decidí arrebatárselo,
disfrutaba picándole. Como recompensa él me abrazó, fue sólo un instante, aunque
lo suficiente para hacerme avergonzar –Haru…
-Tengo miedo… -su voz temblorosa
me aterró, ¿a que tenía que temerle? –tengo mucho miedo, durante años he creído
que mi existencia se basaba en el agua, yo vivo para ella y ella siempre está
presente en mi corazón, pero… -cogió mis manos y las estrujó, otra vez notaba
ese ardor –puede que eso haya cambiado, puede que ahora tú ocupes gran parte de
esos sentimientos y no sé cómo afrontarlo… -los dos nos miramos y una punzada
sacudió mi pecho, ¿eso significaba lo que yo creía?
-Haru… -le devolví el colgante y
él salió de la piscina. Yo estaba inmerso en un shock tan profundo que no era
capaz de reaccionar.
-Te espero fuera, competiremos el
próximo día, y te mostraré lo rápido que puedo llegar a ser con mi nuevo
bañador… -me reí ligeramente y le dejé ir. Ahora lo tenía claro, no iba a
rendirme, había esperanza. Quería conquistarle, ocupar su ser totalmente, Haru
iba a ser mío y yo suyo.
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