miércoles, 26 de agosto de 2015

Mi Querido Senpai


–Yuya, ¿tienes un momento? –Koki me sacó me mis pensamientos mientras recogía todo el material fotográfico de la mesa. Accediendo le seguí fuera de la sala y fuimos hasta la pequeña azotea que había en nuestra planta.

–¿Qué ocurre senpai? –le miré extrañado mientras se apoyaba en la barandilla, observando el paisaje. Su pelo negro se movía gracias a la brisa que corría. Me mordí el labio ante esa imagen.

–Mañana me encantaría poder enseñarte un sitio. Debes venir sin falta, ¿eh? –se giró para observarme con esos ojos oscuros, los cuales me hipnotizaban, si me diese la oportunidad podría quedarme mirándolos durante horas.

–¿Y si me niego? –le pregunté,cruzándome de brazos ya que prácticamente parecía que me obligaba a ir con él.

–Entonces me veré en el aprieto de torturarte durante semanas, mandándote un sinfín de trabajos –comentaba burlándose de mí, como de costumbre, mientras me sacaba la lengua. Chasqueé la mía y le di la espalda.

–Eso es una amenaza en toda regla, te denunciaré por ello –dije serio, pero esperaba que notase que también estaba siguiéndole la broma –Si no me queda más remedio… –me volteé de golpe enseñando mis dientes, a lo que él respondió revolviendo con energía mi cabello teñido de un tono anaranjado.

–Gracias, pero asegúrate de ponerte guapo ¿eh? Iremos a un sitio especial y has de traer contigo la cámara, que no se te olvide –comentó y mientras le escuchaba, volví a colocar en su sitio los mechones de mi pelo. Sin embargo, detuvo mis manos entres sus dedos para de nuevo desordenarlos –Nos vemos enano –antes de que pudiese quejarme, salió corriendo, entre risas.

–¡No soy un enano! –grité, pero sé que no llegó a escucharme, puesto que la puerta se cerró tras irse –Tanaka-senpai… –suspiré y minutos después abandoné la empresa rumbo a mi casa.
_____

El pitido constante de mi despertador me hizo enloquecer, molesto tuve que levantarme a apagarlo.

–¡Maldición! ¿Por qué tuvo que sonar a esta hora? Quiero seguir durmiendo… –me quejé perezoso mientras volvía a recostarme en la cama, con el dichoso aparato entre las manos, ahí me fijé en la fecha que marcaba –ah... cierto, hoy había quedado con Tanaka-senpai, me pregunto por qué precisamente querría verme con tanta urgencia... es imposible que sepa que hoy es mi cumpleaños, ¿verdad? –y sin mucho ánimo me estiré y me di una ducha. Eran las seis de la mañana, y habíamos acordado encontrarnos a las ocho en la estación de tren. Se me hicieron las siete mientras me arreglaba y tomaba un desayuno. Mi casa ahora era demasiado silenciosa y aún no me había acostumbrado a eso. Me mudé hace menos de una semana, mi familia era numerosa, por lo que el cambio se notaba bastante. La verdad era que… –me siento solo –susurré y al terminar de recoger lo que había ensuciado, cogí lo imprescindible, abandonando mi hogar.

La calle estaba exactamente igual que mi apartamento, tranquila sin transeúntes, incluso aunque era la hora punta para todos aquellos trabajadores y estudiantes. Pero gracias a eso el camino en el tren fue bastante cómodo, con casi todos los asientos libres. Me hundí tanto en mis pensamientos que, al llegar al fin a mi parada, el trayecto me pareció realmente corto. Me estiré mientras alborotaba mi cabello, y me dispuse a esperar a Koki, apoyado en un árbol.

–¡Buenas! –gritó en mi oído a la vez que colocaba una mano en mi hombro. Asustado di un bote y me toqué el pecho. Cuando miré su rostro, sentí alivio al comprobar que se trataba de él.

–¡Me has asustado! –me quejé mientras se reía por culpa de mi reacción. Siempre me había caracterizado por ser un crío, pero no cabía duda de que él era mucho peor que yo. Era infantil y juguetón, le encantaba sorprender a la gente, bromear, y siempre estaba haciendo trastadas a sus conocidos para meterles en pequeños apuros. Pero eso era algo que me gustaba, verle sonreír, enseñando todos los dientes. Un pequeño rubor se apoderó de mi rostro –Tonto… –susurré y empecé a andar, aún desconociendo el lugar al cual me quería llevar.

–¡Eh! ¡Yuya! –no pensaba detenerme y seguí andando cada vez más rápido. Cómo supuse, él fue detrás de mí –¡Qué no es por ahí! Te estás equivocando de camino –debido a que estaba más pendiente de las acciones de Tanaka que de las mías, me choqué contra alguien, cayendo al suelo.

–Lo siento… –me disculpé con esa persona, por culpa de mi pésimo comportamiento le había causado problemas a alguien más. Gracias a la ayuda de mi senpai pude incorporarme, así que le ofrecí la mía a… –¡Dai-chan! –grité sorprendido.

–Yuyan, ¡cuánto tiempo! –en seguida me dio un abrazo amistoso y no pude evitar sentirme eufórico. Hacía bastante que no le veía, en realidad no había cambiado nada.

–Ya ves, desde que dejé el instituto, ¿qué tal te ha ido todo? –me separé para lograr mirarle a los ojos mientras hablábamos.

–Pues sí… que casualidad, a decir verdad justo ahora estaba pensando en ti –me comentó, lo que hizo que me quedase algo cortado –¿Por qué no vamos a tomar algo y recordamos viejos tiempos? –cuando agarró mi brazo sentí como un escalofrío recorría toda mi espalda, sin llegar a prestar demasiada atención a lo que decía mi ex compañero de instituto. Giré la cara, buscando con la mirada a Koki, éste tenía una expresión dura y fría, parecía muy molesto mientras nos observaba fijamente. Entonces por fin Arioka se dio cuenta de su presencia, analizándolo exhaustivamente –vaya… ¿estabas acompañado? –juraría que sus palabras llegaron a enojarlo y que escuché como chasqueaba por ello su lengua, pero cuando habló, lo hizo con una amplia sonrisa.

–Sí, de hecho tenemos cosas pendientes que hacer, hoy ha reservado todo su día conmigo, así que otra vez será, pequeño –me apartó del lado de Arioka y me arrastró calles abajo. Cuando por fin se había tranquilizado, cogí el valor para preguntarle.

–¿Qué ha sido eso? –le miré seriamente, arqueando una ceja. Nunca le había visto comportarse así. Solía ser siempre educado y amable con todo el mundo.

–No, nada –contestaba mirando hacia otro lado, con los labios fruncidos. Me mordí el mío inferior. No lograba explicar porqué, pero tenía unas ganas locas de besarle. Hipnotizado por ellos, sentí que todo a nuestro alrededor desaparecía y que ahí solamente estábamos los dos –¿Tanto te gusto? –su voz me hizo volver a la realidad, consiguiendo que abriese mucho los ojos –Lo digo porque sujetas con firmeza aún mi mano –la levantó, mostrándome que era cierto. Rápidamente le solté mientras me giraba, dándole la espalda. Su risa no tardó en aparecer y yo me ruboricé –¡estaba bromeando! –cada vez se reía más.

–¡Tonto! –apreté mis dedos y le miré con el ceño fruncido, en mi rostro se revelaba toda la vergüenza que sentía. Entonces volvió a coger mi mano, andando sin decir absolutamente nada –¿Eh…? ¿A dónde vamos?

–Shh… –me mandó a callar sin aminorar el paso –eres un impaciente –por esas palabras me mantuve callado durante todo el camino, detrás de él, sin apartar mi vista de su agarre. Al cabo de un rato se detuvo de golpe, consiguiendo que me chocase contra él.

–Avisa de estas cosas –rechisté sobándome la nariz, para después contemplar cual era el motivo de que no siguiese andando.

–Ya hemos llegado –mostró una sonrisa deslumbrante y señaló un paisaje precioso. En seguida quedé embobado, con la boca abierta. Era una casa tradicional japonesa –Fue construida en el primer año del periodo Taisho –era bastante antigua, tenía aproximadamente un siglo –No preguntes cómo, pero he conseguido que sea nuestra el día de hoy. Podremos hacer todas las fotos que queramos –una sonrisa se dibujó en mi rostro y sin esperar más salí corriendo hacia el jardín tan bien cuidado que tenían.

–Es increíble, la verdad es que parece impresionante todo esto, Tanaka-senpai –susurraba mientras intentaba visualizar cuáles podrían ser las mejores posiciones para plasmar el paisaje –Te lo agradezco muchísimo –me di la vuelta pero él ya no estaba ahí, por lo que empecé a buscarlo. Se había dejado una puerta abierta a la casa y aproveché para entrar. Me oculté y le observé atentamente. Estaba sacando el equipo completo de fotografía. Él llevaba mucho tiempo en ese trabajo a diferencia de mí, además, todo lo que conocía del tema era gracias a Koki. Estaba tan concentrado en su labor que eso hacía que mi corazón latiese a mil por hora. Intenté irme sin que notase que le había estado observando desde esa posición, pero desafortunadamente me clavé algo en el pie, soltando un grito de dolor.

–¿Yuya? –se acercó corriendo a mí, sin duda hoy me llevaba golpes por todos lados. Me sentó y me quitó el calcetín –Maldito mocoso, te has hecho un corte –¿qué tono era ese? Intenté apartarme molesto pero me detuvo, agarrando su bolso y sacando una gasa de su interior –Si es que no puede ser contigo, todo el rato dando problemas –sus palabras me hacían mucho daño por una parte, pero por otra no me importaban, solo quería que me prestase atención y me curase.

–No es cierto –refunfuñé cuando acabó e intenté levantarme, pero por desgracia era incapaz de ello.

–Anda, quédate quieto, yo haré las fotos, mientras aprovecha para descansar un poco –y se fue sin darme tiempo a oponerme a esa idea. Ya que parecía impensable hacerle cambiar de opinión una vez que decidía algo, me arrastré hasta una pequeña mesa. Le escuchaba trastear por todo el lugar haciendo fotos y pequeños comentarios, alabando el lugar –… Yuya… ey… es hora de empezar a comer –me sobresalté al sentirle, me había quedado dormido. Restregándome los ojos asentí como un niño pequeño e indefenso.

–Tengo hambre, sí… –mis tripas lo confirmaron en ese preciso instante, sonando de forma vergonzosa, a lo cual simplemente se rió.

–Ten –sacó dos bentos y me di cuenta de lo despistado que llegaba a ser. Se me había olvidado preparar la comida con todo el ajetreo de arreglarme.

–Gracias… lo siento, yo no traje nada –se hizo un pequeño silencio mientras Koki ponía todo sobre la mesa. Pero pensándolo detenidamente, tampoco es que supiese cocinar y aunque lo hubiese intentado, posiblemente habría acabado siendo un desastre. Sin embargo él negó con la mano, quitándole importancia al asunto.

–Me lo imaginaba –abrió ambas tapas, mostrando una comida realmente deliciosa. Sinceramente, se me caía hasta la baba y todo. Limpiándome disimuladamente con el dorso de la mano, alargué el brazo para coger una bola de arroz.

–Que aproveché –lo probé, soltando un grito de satisfacción –¡Está riquísimo! –sin poder esperar empecé a devorar el arroz, la tortilla dulce, los takoyaki y cada una de las cosas que había preparado. Al terminar le miré, nunca había comido tan atrevido delante de nadie, por lo que oculté el rostro con mi brazo.

–¿Qué te ocurre? –no era capaz de ver que hacía pero noté que me tumbaba en el tatami, para después sentarse encima de mi pecho, apartándome las manos de la cara. Me sorprendí tanto que, si ya estaba sonrojado de por sí, ahora mis mejillas ardían aún más.

–Qu-quítate de encima… –susurré abochornado pero era inútil, no se inmutaba por mucho que patalease.

–¿Por qué? ¿Tú “amiguito” Dai-chan se molestaría si nos viese así? –expresó de mala manera por lo que le aparté de golpe, molesto de repente.

–¿¡Qué diablos te ocurre!? ¿Qué pasa con Arioka? ¿Y a qué viene ese tono de voz? –empecé a golpear su pecho levemente, como si fuese una pataleta de niño pequeño.

–¿No es obvio?, me gustas Yuya –me quedé tan sumamente cortado que detuve todo ataque hacia él.

–¿Lo dices… en serio? –era incapaz de mirarle a la cara, ¿por qué sentía esa extraña sensación de que después de tanto tiempo podía volver a amar? ¿El senpai estaba siendo sincero? ¿Acaso, sin ningún temor, me permitiría a mí mismo confiar en él?

–Estoy bromeando, por supuesto –se echó a reír, al mismo tiempo que mi corazón se rompió. Me sacó la lengua y se incorporó para empezar a recoger la mesa, pero unas amargas lágrimas cayeron por mi rostro. Para mí se detuvo todo, el tiempo, el espacio, su risa. No podía ni moverme ni dejar de llorar –¿Yuya? –oía su voz, pero mi cerebro no procesaba lo que decía. Como si estuviese preocupado se agazapó a mi lado, y me agarró por ambos lados de la cara –¡Eh…! No llores… Yuya… ¿me estás escuchando? –a pesar de que Koki intentaba poner remedio a mi angustia, yo me había dado cuenta ya. Desde que le conocí, fue especial para mí. Fue el primero en hablar conmigo cuando llegué a la empresa. Siempre le pedía ayuda aunque eso significase tener que caminar mucho más, ya que nuestras mesas eran las más alejadas. Cada día comíamos juntos, pasábamos horas y horas comentando las fotografías que hacíamos o los trabajos que los superiores nos mandaban. Sus bromas eran mi motivo de alegría, incluso si ante ellas me mostraba enfadado. Cuando le necesitaba siempre estaba ahí y cuando quería verle, aparecía. Dejé mi casa para poder tener independencia, o eso me hacía ver a mí mismo. En realidad tenía la esperanza de invitarle y estar con él sin que mi familia nos molestase. Yo… yo le amaba con todo mi ser.

Afligido me levanté de golpe, no me importó que un calambre recorriese por completo mi pierna debido a la herida, iba a alejarme de aquél lugar, de Tanaka-senpai. Intenté ponerme apresurado las zapatillas, pero detuvo mi cuerpo antes de llegar a ponérmelas.

–¡Déjame! Olvídame, ¡no quiero volver a verte! –mis palabras no expresaban lo que de verdad quería decirle, siempre tuve esa molesta forma de ser. Noté como me tapó la boca con la palma de su mano.

–Antes de nada me vas a escuchar sin rechistar, después haré lo que tú quieras –no quería, me iba a doler de nuevo, así que me resistí todo lo que pude, en vano. Volvió a colocarse encima de mí. Mantuvimos la mirada durante largos minutos, hasta que sus hermosos ojos lograron calmarme, dejé de llorar y de luchar. Tras ello apartó la mano de mis morros –¿Qué te hice…? –preguntó bastante angustiado. Pero preferí mostrárselo en vez de decírselo con palabras, así que con un poco de dificultad, me incorporé y agarré su rostro entre mis dedos. De manera dulce, posé mis labios contra los suyos carnosos, robándole con ello aquel beso que tanto había deseado. Mantuve mi boca detenida, esperando su reacción, y al ver que no solo no me apartaba, sino que lo correspondía, hice lo mismo lentamente. Su sabor era mejor de lo que me había imaginado, e intentando que fuese más apasionado, recorrí con la lengua su piel. Entonces él tomó la iniciativa e introdujo la suya en mi interior. Saboreando cada zona de ella, las muelas, el paladar… Juntamos ambas y las movimos al unísono, hasta que no pude más, necesitaba coger oxigeno y tuvimos que separarnos. Nuestras respiraciones estaban alteradas, y ambos demasiado acalorados –creo… que entiendo qué ha pasado.

–No hace falta que lo pongas en palabras… con que lo sepas me basta –susurré mirando a otro lado, tendido en el suelo debajo de él, mientras mi cara ardía.

–Jamás te había visto tan rojo como hoy –comentó con una sonrisa a la vez que acariciaba mi mejilla. Agarré sus dedos, mirándole atentamente –Te amo, Yuya.

–No irás a decirme que es broma… ¿verdad? –expresé con miedo, no quería volver a ser engañado por palabras bonitas.

–Por supuesto que no, tonto. Te quiero desde hace ya mucho tiempo –rozó mis labios con las yemas, cambiándolas después por los suyos y así volvimos a besarnos de nuevo durante tanto tiempo que acabaron rojos e hinchados.

–Yo… también te quiero –expresé sonrojado y me abrazó contra su pecho, por fin había sido capaz de decirle lo que sentía. Era tan feliz estando de esa manera con Koki que no me di cuenta de había anochecido hasta que se levantó.

–Espera –ordenó antes de que fuese a seguirlo, y como un buen chico aguardé hasta que regresó tras unos minutos. Abrí mucho los ojos, no podía creérmelo, ¿era cierto lo que veían mis ojos? Tanaka-senpai se aproximó a mi posición cargando como mínimo tres regalos –Ten, feliz cumpleaños Yuya –me los entregó y los cogí demasiado sorprendido.

–¿Sabías… que era hoy? –tragué con dificultad mientras asintió. Coloqué la barbilla encima de la montaña de paquetes que tenía entre mis brazos, y no pude evitar emocionarme. En ese momento noté un flash, me acababa de hacer una foto, pillándome fuera de juego –No hagas eso… he debido de salir con una cara… –estaba quejándome cuando me acalló con un beso.

–Anda mocoso, ábrelos –dijo entre risas y acabé haciéndole caso, encontrando todo tipo de materiales para la fotografía

–Gracias… no sé como agradecértelo… –de pronto una sonrisa un tanto traviesa se le dibujó en el rostro.

–A mí se me ocurre una buena manera de que lo hagas –me volvió a tumbar besando mis labios. Os podéis imaginar a qué se estaba refiriendo con eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario