viernes, 13 de junio de 2014

Step by Step

 

Nervioso esperaba frente a la persona que iba a hacer posible nuestra unión. Agarré con fuerza los pequeños papeles que había en mis manos. En ellos estaban escritos mis votos. Realmente no eran palabras geniales, siempre me habían catalogado de chico corriente. Altura, peso, físico… todo común. Nunca destaqué realmente en nada, por eso decidí aprender Beat Box. Siempre me había resignado y aceptado sin oposición a esa idea, salvo con él. Desde que le vi por primera vez, da igual de la manera que fuese, mi único deseo fue llamar toda su atención. Volviendo al tema de los folios que sostenía, lo que más destacaría de lo que escribí sería el “Te quiero”. Sí, era algo bastante obvio podrías pensar, sin embargo, con un gran sentimiento plasmado, y éste no era otro que el de desear con todas mis fuerza continuar caminando con él, juntos hacia un gran futuro. Paso a paso hasta el corazón.

Perdido en mis pensamientos no me di cuenta de que la música empezó a sonar. Cuando la gente se levantó y empezó a vociferar, supe que mi futuro marido había aparecido en la sala. Como estaba de espaldas a él, pude ver su silueta reflejada en el ventanal de la iglesia. Me giré lentamente para verle caminar hacia mi dirección al ritmo lento de la música. En ese instante recordé algo que hizo que mi pecho se encogiese. A los pocos segundos mis ojos escocían y las lágrimas amenazaban con aparecer...

-Flash Back-

Andaba apurado por la ciudad que empezaba a cambiar de color debido a las altas horas que eran. El rojo cielo del atardecer se reflejaba en mi rostro mientras yo intentaba llegar a tiempo a ese parque. Me gustaba jugar al fútbol y había quedado con unos amigos para practicar. Pero la mala suerte nunca me dejaba solo, siempre me perseguía. Sí, el único suceso que consideraba afortunado en mi vida era el de haberle conocido. 

Mi despertador no había sonado, ¿era un hecho extraño? Para mí no. Trabajaba de vez en cuando desde las diez de la noche hasta las tantas de la mañana siguiente, por lo que dormía durante el resto del día. Sí, era un desperdicio, pero necesitaba ese dinero para sobrevivir. Hoy el aparato se había quedado sin pilas y yo por consiguiente me había dormido y llegaba bastante tarde, mis compañeros debían estar furiosos conmigo. Choqué contra alguien, haciéndole caer. Era un chico precioso, delgado pero esbelto. Su pelo negro se veía bastante suave, tanto que me dieron ganas de rozarlo con las yemas de mis dedos.

–Lo siento –me disculpé, ¿adivináis de quién se trataba no? Apresurado le tendí la mano y le ayudé a levantarse –¿Estás bien? –en eso que me fijé que estaba herido. Ese chico se había hecho daño por mi culpa.

–Sí, no te preocupes, llevabas demasiada prisa y me crucé en tu camino. Perdóname, no te demores más conmigo –hizo una reverencia y le obligué a incorporarse. Sin decir nada más, con un acto impropio de mí ya que nunca me daban arrebatos, agarré su muñeca y le arrastré hasta la tienda más cercana que estuviese abierta. Mientras compraba un pequeño botiquín le hice esperar fuera –¡Ah! Pero si no era necesario. No te molestes por favor...

–Permíteme –le senté en un banco y arremangué su pantalón. Se había raspado la rodilla y había un poco de sangre en ella. Rápidamente abrí el maletín y saqué gasas, vendas y agua oxigenada para desinfectar la herida –Puede que te duela un poco –vertí el líquido sobre la gasa para después pasarlo por la raspadura. Mientras curaba su herida, observé cómo contenía los quejidos mordiéndose un labio inferior. Sin darnos cuenta la ciudad se empezó a volver más viva, llena de luces propias de Tokyo. Al terminar de atenderle, le vendé y me incorporé sonriendo ampliamente –Perdona que esto sea lo único que pueda hacer.

–¡Para nada! Gracias, no tenías ni que molestarte pero perdiste tu tiempo cuidándome, eso fue algo muy bonito –al verle feliz, mi corazón dio un vuelco y un sonrojo se reflejó en mi rostro.

–Esto… te-tengo que irme… –en realidad no quería hacerlo, pero salí corriendo de allí, dejándole atrás.

–¡Espera! ¡No me has dicho ni tu nombre! –a pesar de sus gritos no me detuve, estaba tan acalorado y avergonzado que me odié por ello. Al llegar al campo de fútbol donde estaban mis compañeros me regañaron por llegar tarde. Abochornado cubrí mi rostro durante la regañina, disculpándome por hacerles esperar. Entonces es cuando me fijé en que uno de ellos no se acercó a mí. Precavido y extrañado fui hasta su posición.

–Akanishi, siento no haber venido a la hora –hice una reverencia completa, pero se quedó callado. Ni siquiera me golpeó, ni me gritó ni nada. Anonadado me alejé de él y me acerqué a Tanaka –Oye… ¿qué le ocurre? –apunté con mi pulgar en su dirección, ya que continuaba en la misma posición desde que llegué.

–No lo sé. Todos estábamos preocupados por si te había ocurrido algo, así que se ofreció a ir a buscarte. Pero al regresar no nos comentó nada, se quedó estático allí donde le ves, y nadie cree que fuese realmente en tu búsqueda.

–¿Y eso por qué? –parpadeé varias veces, no entendía el porqué de esa acusación.

–Todos sabemos lo vago que es, pero nos sorprendimos al ver que volvía pasados apenas unos minutos –me quedé pensativo ante esas palabras que describían un extraño comportamiento.

–¿Y sobre qué hora…? –una mano tapó mi boca, ahogando de esa manera el final de mi pregunta contra ella. Miré hacia atrás, descubriendo que quien me había interrumpido era Bakanishi.

–Ya te has demorado bastante, no empieces a perder más el tiempo hablando con él –dijo mostrando dientes mientras me arrastraba llevándome lejos. Me revolví intentando zafarme de su agarre –Yuichi pórtate bien –expresó con una queja, dejándome por fin libre.

–¡Solo estaba intentando saber qué te pasa! No hacía falta que nos tratases así, ni a mí ni a Koki –gruñí pero no conseguí ninguna respuesta, simplemente puso una triste expresión y acarició mi cabeza.
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–¡…Nakamaru venga date prisa! –me decían mis amigos, pero me había quedado inmóvil en medio del parque. Mismo lugar, misma hora pero días después volví a encontrarle. Estaba fotografiando las dulces escenas que tenían varias parejas del lugar. Tomaba fotos tanto de adolescentes como de ancianos. 

Mis pies se movieron solos en su dirección. Su sonrisa llevaba días torturándome dentro de mi cabeza. Posé mi mano sobre su hombro y al girarse se sorprendió muchísimo.

–¡Eres tú! –gritó con ese cálido gesto anteriormente mencionado. Asentí y también le sonreí –Te fuiste corriendo… quería saber al menos cómo te llamabas –comentó mientras miraba al suelo. ¿Quizás avergonzado? No lo sé. Pero eso me conmovió increíblemente y pensé que se veía adorable. Sorprendido por ello, miré al cielo que empezaba a oscurecerse. Tragué saliva, tocando reiteradamente mi rostro, completamente ruborizado.

–Lo siento –hice una leve pausa –recordé que me estaban esperando… –no logré ni terminar la frase y ya me estaba mirando como si le estuviesen rompiendo el corazón –quiero decir mis amigos, ¡por supuesto! –intenté aclarar rápidamente, pero me di cuenta de que me estaba comportando de manera estúpida y me reí torpemente –No sé porque he dicho eso –negué avergonzado de nuevo por la situación aunque ahora parecía estar mucho más feliz y aliviado –El caso… me llamo Nakamaru Yuichi, puedes llamarme Yuu –tendí mi mano hacía él y la estrechó con fuerza.

–¡Mucho gusto! Yuu-chan –repitió con un lindo sonrojo –mi nombre es Shigeaki, Kato Shigeaki. Pero llámame Shige-chan... –de repente se abochornó demasiado y noté cómo sus orejas se teñían de color carmín –Ah… esto… no sé qué estoy diciendo… pedirte algo así… –rascaba su cabeza nervioso, mostrándose adorable ante mí –es que siempre me han llamado Kato… y por eso quise que al menos tú… te refirieses a mí de manera diferente –al escuchar su explicación no pude evitar soltar una carcajada, se veía realmente encantador.

–Kawaii~~ –él se abalanzó sobre mí intentando evitar que me riese y le agarré por las muñecas para inmovilizarlo. Nuestros rostros estaban demasiado cerca. Sentía su respiración contra mi cara, pero para mi desgracia no pudimos permanecer mucho tiempo así. El pesado de Akanishi tiró de mi brazo con fuerza –¡Espera, para! –gritaba y me resistía mientras observaba a Shigeaki, el cuál parecía estar deprimido por su interrupción, pero era mucho más fuerte que yo. Me fijé en que Jin le fulminó con la mirada antes de girarse para continuar arrastrándome. Ese día no volví a verle, cuando me zafé de mi molesto e inoportuno amigo, ya se había ido.

–¿Pensabas que estaría aún esperándote? –me sorprendió apareciendo a mi espalda, furioso me giré y le di un buen golpe en las clavículas, su punto débil. Acabó alejándose mientras soltaba una risa nerviosa y se frotaba la zona –¡Sabes de sobra que no soporto que hagas eso!

–¡Idiota! ¡Bakanishi! –me observó absorto por mis gritos –¿por qué has hecho eso? Estaba en mitad de un momento importante. Es de mala educación interrumpir así… –estaba cabreadísimo, si hubiésemos continuado en esa posición, Kato y yo, tan solo cinco segundos más, de seguro que hubiese terminado besándole. Deseaba probar esos labios desesperadamente.

–No entiendes nada, Nakamaru… –y sin más se largó bien lejos.
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No le di importancia en ese momento, hasta más tarde. No volví a encontrarme de nuevo con Akanishi-kun. Los chicos me dijeron que tenía cosas que hacer, pero siempre que yo quedaba con ellos, misteriosamente se encontraba ocupado. Llegué a pensar que me evitaba. Él era un amigo importante para mí. Quizás me pasé con él… pero por su culpa tardé meses en volver a cruzar una palabra con ese chico tan alegre.
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La siguiente vez que me encontré con él no fue en el mismo sitio. Paseaba por casualidad sobre un puente cuando vi a alguien danzando lentamente. Estaba a la orilla del río y movía sus brazos como si se tratase de un pájaro. Su lento baile me cautivó y cuando me di cuenta de que se trataba de Shige, salí corriendo a su encuentro. Ese día hacía fresco y la brisa movió sus cabellos cuando me acerqué a donde estaba, dejando volar su aroma hasta mi dirección. Se detuvo y sonrió. En ese momento un único deseo cruzó mi mente, quería nada más que una cosa. Que solo sonriese para mí. 

–Cuanto tiempo –susurré –¿Qué tal has estado? –pregunté al cabo de unos segundos, sin saber bien que decir, un centenar de mariposas revoloteaban en mi estomago mientras hablaba.

–Sin duda nunca estuve mejor que ahora. Aunque te resulte extraño, te he echado mucho de menos –el corazón me iba a mil por hora, no podía creer lo que acababa de escuchar.

–Perdona, quería pasar más tiempo contigo, pero el idiota de mi amigo no nos lo permitió. Me disculpo en su nombre –hice una leve reverencia –Y creo que ambos sentimos lo mismo.

–¿Lo mismo? –sus hombros empezaron a temblar y le abracé con fuerza, rodeándole con mis brazos.

–Sí, no veas lo que te he extrañado en estos meses. No ha habido un solo día en el que no pensara en ti –escuché un “Tip-top” contra mi hombro, unas lagrimas armoniosas cayeron sobre él. Extrañado intenté ver su rostro, pero lo escondió contra mi pecho. Hasta ese momento no me fijé en el moratón que tenía en su mejilla –¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? –susurré horrorizado pero éste negó con la cabeza. No iba a contármelo, pero estaba claro que alguien le había puesto la mano encima. 

Pasaron un par de horas. Fueron bastante silenciosas a excepción de un único sonido. Sus sollozos, los cuales intentaba desesperadamente reprimir, hasta que no pudo más y se quedó dormido. Cargué con él en brazos y lo llevé a mi apartamento. En ese momento sonó su teléfono móvil. Aún sabiendo que no era correcto el contestar, me atreví a hacerlo, pensando que quizás era la persona que le había lastimado.

Kato, ¿dónde cojones estás? Tendrías que estar ya en el puto parque. ¿Intentas sacarme de quicio? ¿Quieres que vuelva a golpearte para que aprendas a comportarte o qué? –todo cobró sentido tras esas palabras. El porqué ya no pisaba al parque donde nos conocimos, quién era la persona que le había lastimado y el motivo por el cual temblaba de miedo. Siempre he sido un cobarde, nunca fui ningún Superman, pero quería protegerle. Incluso si salía herido, jamás permitiría que ese animal volviese a ponerle un dedo encima. Colgué la llamada y le dejé una nota para cuando despertase. Me llevé conmigo su teléfono y dejé a Shige descansando solo en mi piso.

Corrí con todas mis fuerzas para llegar cuanto antes y evitar que ese desgraciado se marchase. Me había dado cuenta de algo. Estaba locamente enamorado de Shigeaki. Cuanto más pensaba “Te quiero”, más fuerte me volvía. Tenía el presentimiento de que lograría vencer a ese rufián y que cuando todo acabase, podría de nuevo envolverle suavemente entre mis brazos.

Me adentré en el lugar donde se habían citado y marqué el último número del registro de la bandeja de entrada. No sabía su aspecto pero sospechaba que estaría por la zona donde yo siempre me encontraba con mi amado, cerca de la fuente. Busqué con la mirada a alguien que estuviese contestando a su teléfono.

Kato, ¿ya has llegado? ¿Por qué cortaste mi llamada? –entonces le vi. Solo una persona en ese momento estaba hablando por el móvil. Era más bajo que Shigeaki, moreno y con aspecto peligroso. Sin duda alguna parecía bastante fuerte pese a su altura. Me acerqué sin miedo hasta él.

Sí, hasta que le conocí, probablemente no me di cuenta de mi debilidad. Nunca antes me había sentido así por no ver a alguien, ni tampoco sufrí de esta manera al ver heridas en un rostro. Él era especial, no nos habíamos visto apenas, ni tampoco intercambiado muchas palabras. Pero estaba seguro de que esto era lo que llamaban destino, el cuál deseaba pasarlo junto a él.

–¿Qué quieres? –se dirigió a mí de mala gana. Tuve que mirar de reojo el teléfono de Shige para saber cuál era su nombre. Ryo, eso ponía en la pequeña pantalla –¿Qué haces tú con eso? –señaló el aparato que sostenía en mi mano.

–No te vuelvas a acercar nunca más a él. ¡¿Me oyes?! –mis palabras consiguieron enfadarle, me agarró por el cuello de la camisa pero no, eso no iba a acobardarme ahora.

–¿¡Quién mierdas eres tú!? ¿¡Qué estás diciendo!? Quién te has creído, estúpido… –observé como fruncía el ceño y chasqueaba la lengua con fuerza –Ni tú ni nadie me impedirá hacerlo, me juntaré con Kato si me da la gana –mis ojos fueron incapaces de percibir su siguiente movimiento, tan solo noté un dolor descomunal en mi mejilla, cayendo al suelo de culo. Completamente tumbado solté un alarido de dolor, acto seguido se subió sobre mí para comenzar a sacudirme sin descanso. Parecía que se divertía con ello. No sé cuantos golpes recibí, ni si continué siendo agredido tras perder el conocimiento.
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Cuando desperté me encontraba en una camilla de hospital. La mayor parte de mi cuerpo estaba malherido y varios huesos los notaba fracturados. Tenía algo pesado recargado sobre mi vientre, se trataba de los brazos y la cabeza de Shigeaki. Estaba dormido y parecía bastante cansado, tenía bajo sus ojos unas ojeras enormes. También tenía rastros de lágrimas por las mejillas. Me mordí el labio y vi cómo se despertaba.

–¿Eh? –estaba adormilado y miraba a todos lados desorientado, seguro que se quedó dormido sin poder evitarlo. Rápidamente posó su mirada en mí –¡Yuichi! Menos mal que te has despertado –volvió a romper a llorar, intenté consolarle pero no me podía ni mover –Por mi culpa… estás así… no tenías que haber ido… pero en verdad te lo agradezco, muchísimas gracias… por fin le arrestaron, al parecer tenía varias denuncias más de éste estilo –se secó las lagrimas con el brazo –Me has salvado, estoy tan aliviado. Hace un mes que empezó a acosarme, me pedía enormes cantidades de dinero… ya que no pude resistirme, acabé haciendo le que quería en todo momento. Cuando nos encontramos al lado del río, estaba huyendo de él. No quería volver a verle y me golpeó cuando me opuse a entregarle mi paga. Al despertarme, leí tu nota y te seguí lo más rápido que pude. Pero llegué tarde, estabas en el suelo desmayado y ese… –supongo que omitió la palabra porque la consideraba demasiado vulgar –seguía lastimándote mientras se reía. Varias personas me ayudaron a apartarle y llamamos a una ambulancia mientras la policía se lo llevaba. Llevas dos semanas en coma… –me informó entre sollozos. Intenté hablar pero el sedante no me lo permitió. Sonreí como pude y caí de nuevo en un profundo sueño.
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Pasaban los días, semanas e incluso meses y él seguía viniendo en cada momento libre que tenía. Su compañía me hacía muy feliz. No nos habíamos dicho que nos amábamos, pero las palabras sobraban y claramente ambos sabíamos de los sentimientos del otro. Yo quería que olvidase el dolor que le había producido aquel hombre, en cuanto podía le abrazaba, y como si fuese por arte de magia, mi consuelo conseguía hacerle sentir mejor. Deseaba que confiase en mí y cuando se encontraba mal, Kato sabía que yo podía ser su apoyo.

Por fin llegó el día en el que me dieron el alta. Shige apareció con un ramo de mis flores favoritas para darme la enhorabuena. Le abracé con fuerza, ya pudiendo moverme con normalidad. Al apartarme ligeramente le robé aquel beso que ambos deseábamos desde hace casi un año.
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El tiempo pasaba muy deprisa. Para ese día especial yo había preparado una sorpresa. Esperaba que aceptase, por lo cual fui a mi piso a ponerme lo más lindo posible y le llevé a la playa. Anduvimos durante horas descalzos por la arena y, con la puesta de sol, me arrodillé frente a él sacando un anillo.

–Kato Shigeaki, mi querido Shige-chan. ¿Querrías casarte conmigo? –pronuncié despacio cada una de las palabras, no fuese a ser que por culpa de los nervios me acabase trabando y lo estropease todo.

–¡Claro que quiero! –dijo emocionado, saltando a mis brazos y llorando de felicidad. Solté un grito de euforia y satisfacción. Una ola nos empapó completamente y casi perdí el anillo por su culpa. Pero Kato agarró con fuerza mi mano para que eso no ocurriese. Nos reímos con ímpetu, él me había hecho darme cuenta de algo. Sólo hay uno, un amor para siempre.
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Estábamos en nuestra nueva casa planeando todo lo referente a la boda. Casi habíamos acabado de escribir todas las invitaciones. De hecho tan solo quedaba una persona a la cuál invitar, pero la verdad es que tenía miedo de hacerlo… mi mejor amigo evitaba mis llamadas y desde aquel enfrentamiento no le había vuelto a ver. Koki y compañía me decían que seguía juntándose con ellos de vez en cuando, pero que en cuanto alguno me mencionaba, cambiaba rápidamente de tema. Estaba destrozado, sin embargo no iba a permitir que nuestra amistad acabase de tal manera y le escribí un mensaje especial a él, en la tarjeta.

Querido Akanishi Jin:
¿Cómo estás? No hemos hablado en mucho tiempo. Puede que me pasase contigo diciéndote todas esas cosas. Creo que tenías razón, y sigo sin entender nada. Por lo tanto quiero hablar contigo para que me rebeles lo que me ocultas. Por eso te invito a este día especial para mí, en el cual me uniré a la persona que amo en sagrado matrimonio. Aún no tengo un padrino, podría pedírselo a los chicos, pero quiero que tú me lleves al altar y estés conmigo allí. Por favor no me falles. Es muy importante para mí.
 Att.: Nakamaru Yuichi

Nakamaru Yuichi & Kato Shigeaki desean que:
Asistas a la boda el día XX mes XX año 20XX a la 19:00 pm.

-Fin del Flash Back-


Sí, para conocerle pasé por todas esas experiencias y pude llegar finalmente a este lugar. Tendí mi mano agarrando la suya, ayudándole a subir aquél molesto escalón de la capilla. Los invitados se sentaron y me giré dirección a la puerta principal. Allí, parado, estaba Akanishi. Levantó sus dos dedos en forma de saludo y se dirigió por la zona de atrás hasta mi lado.

–Felicidades –me susurró en el oído con su voz ronca. Le sonreí agradecido de que al final viniese y me giré para observar a mi prometido. Su traje blanco le quedaba de maravilla. Agarraba con fuerza su mano mientras el cura daba su discurso. Entonces llegó el momento de decir nuestros votos.

–Al igual que el color de las estaciones cambian, vamos a seguir pasando el mismo tiempo, juntos. Paso a paso, ahora y para siempre... Tú y yo... –pronunció dulcemente, su voz era la más sexy de todas, consiguiendo que me emocionase. Limpié la traviesa lágrima de mi mejilla y aclaré mi garganta, puesto que ahora me tocaba a mí hablar.

–No quiero ver una alfombra roja, ni una luz brillante. Vamos a seguir caminando en la pasarela que sólo nosotros dos imaginamos. Caminemos juntos, a una velocidad tallada por el ritmo, sin prisas, paso a paso. Si reímos, si lloramos... paso a paso. Voy a estar contigo... lo nuestro es un amor para siempre. Te quiero Shigeaki.
 
Una vez expresamos nuestros sentimientos, ambos intercambiamos los anillos y nos besamos consolidando la promesa que hicimos delante de nuestros familiares y amigos.

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