Capítulo 02
-Contesta, Makoto… -exigió un impaciente Rin. Justo durante
aquella pausa silenciosa, apareció un muchacho bastante alto, que reclamaba la
atención del rey -Seijuro… -chasqueó la lengua.
-Alteza –hizo una pequeña reverencia, llevándose la mano al pectoral
–siento interrumpir, ¿podría venir un momento? –la idea no pareció contentarle
demasiado, no obstante, después de soltar un gruñido, los dos abandonaron la estancia,
dejándonos algo de intimidad.
-Haru, Haru… -Makoto repitió mi nombre varias veces más. Al final acabó abalanzándose sobre mí, llorando tanto que en el fondo se veía adorable –eres tú, ¿verdad…?
-Sí, soy yo… -respondí con una tenue sonrisa. Cerré los ojos
mientras me acomodaba en los brazos de mi amigo, mi mejor amigo, al que había
extrañado.
-Te he echado de menos… –seguimos abrazándonos durante un
buen rato, hasta que al final se separó para contemplarme de arriba a abajo
-¿por qué estás aquí…? –al escuchar aquella pregunta mi rostro mostró una mueca
sombría, creo que incluso se asustó al verme así.
-El pueblo… ya no existe, nos invadieron… -titubeé. Rememorarlo
logró que me volviese a doler intensamente el corazón, al igual que aparentemente
a Makoto.
-¿Y la gente…? –indagó de nuevo. No hizo falta que
contestase a ello, pronto se dio cuenta del resto de la historia –menos mal que
estás vivo… -volvió a estrechar mi cuerpo contra el suyo, tanto que mi herida
se resintió –perdona… -tras la disculpa prosiguió a desvestir la parte superior
de mi torso, percatándose del gran corte que surcaba la zona –siempre has sido
muy fuerte Haru, tan capaz de afrontar hasta el obstáculo más grande…
-¿Eres su sirviente…?
-¿Eh…? –me miró, probablemente asombrado por el cambio de
tema. No dejé de visualizarle mientras propagaba por mi pecho un ungüento de un
profundo olor mentolado. Necesitaba saber qué había sido de su vida una vez se
marchó de mi lado –podría decirse que sí, soy el criado de Matsuoka…
-¿Fue él quien te forzó a ello…? –rápidamente enfurecí tras
escuchar que mis sospechas se corroboraban, por lo menos parte de ellas.
-En realidad me compraron en una trata de esclavos… –me
erguí de golpe, haciendo que Makoto se sobresaltase –¡tranquilo! –suplicó, procurando
calmarme –no puedo quejarme, cualquier otro amo habría sido mucho peor…
-Huyamos… -sugerí ante su desconcierto –escapemos de aquí,
lejos, tú y yo… –unos pasos resonaron por todo el pasillo, alterando al
castaño.
-Lo siento, Haru, me encantaría pero… no puedo hacer eso…
-mis esperanzas se desvanecieron al oír su negativa –no te preocupes, te sacaré
de aquí aunque no vaya contigo, te lo prometo…
-¿Ya has terminado? –dijo Rin. Jamás pensé que una voz me molestaría
tanto. Makoto asintió y recogió los restos de la vasija rota, procediendo a
marcharse tras presentar respetos a su superior.
-Con permiso… -musitó un apenado Tachibana. La rabia se
apoderaba de mí cuanto más veía el rostro de aquel despreciable hombre. Cerró
la puerta una vez Makoto salió del cuarto y me quedé a solas con la persona a
la que detestaba. Nuestros ojos se encontraron, no obstante, me giré,
despreciándole de manera visible. Matsuoka tomó asiento de espaldas a mí,
aprovechando para soltar por fin aquel enorme turbante rojo que portaba sobre
la cabeza.
-¿Me odias? –pronunció en un tono severo, dejando caer un
par de mechones de pelo sobre su frente. No respondí sin embargo a su
curiosidad, consiguiendo que su ya habitual malhumor aumentase –de acuerdo, no voy
a presionarte a hablar, pero… -sirvió té en dos tazas de plata, apartando una
supuestamente para mí –creo que conozco el motivo por el cual te has rebelado…
-a través de un espejo que reflejaba su cara, vi que daba un sorbo a la bebida,
degustándola con los párpados cerrados -se trata de ese criado, Makoto, ¿no es
así…? -sigilosamente me levanté de la cama y cogí del suelo un trozo de
cerámica partida que había pasado desapercivido. Tras ello, me aproximé al tirano
y coloqué el filo en su cuello, provocando que abriese los ojos –¿pretendes
matarme…?
-Podría hacerlo… -clavé levemente el extremo en su yugular y una minúscula gota de sangre se deslizó por su piel.
-¿Y qué te retiene entonces…? –sus dedos acariciaron los míos,
no comprendía cuales eran sus intenciones. Sujetó finalmente mi mano y me obligó
a apuntarle firmemente a la garganta, ¿estaba loco? –vamos, hazlo, mátame...
–ordenó ferozmente -¡hazlo! –me cogió por las muñecas y dejé caer el fragmento
de la tinaja. Al forcejear, hizo que retrocediera hasta su lecho. Me sorprendía la
fuerza bruta que poseía –mátame y acaba con esto…
-¿Te satisface controlar la vida de los demás…? –susurré. La
nariz de Rin rozó mi mejilla y sentí algo húmedo caer en mi rostro.
-La tuya sí… -me soltó y se incorporó. Por un
momento me pareció ver que lloraba, ¿podía un ser tan cruel dejar salir al
exterior una muestra de debilidad? –te rescaté de que yacieses solo en medio de
aquel páramo, me debes obediencia…
-Si es así prefiero que seas tú el que me mate a mí… -sus
afilados dientes aparecieron al toparse con mi dañina contestación.
-No vas a irte jamás, ¿lo entiendes…? -se apresuró a dejar
la habitación, vociferando antes de dar un portazo -¡jamás!
___
- Flashback -
-¡Makoto!
–grité sobrecogido y desesperado. No solté su mano por mucho que tirase
de ella con la intención de desengancharse, no podía perderle.
-Haru,
nunca me voy a olvidar de ti, te lo juro… -tendió los brazos a la espera de que
le esposasen –cuídate, cuida de ti por mí… -esbozó una agradable sonrisa, esfumándose
acompañado de unos extraños.
-¡Makoto!
–le perseguí hasta que me caí de bruces, tropezando con una de las tantas
piedras que había en el camino. Ese día lloré amargamente mirando a la nada,
culpándome por el sacrificio que había hecho la única persona en que confiaba.
- Fin del Flashback -
Me
incorporé de golpe en la cama, sudando al revivir en sueños aquel triste día.
Aunque divisé cautelosamente cada rincón de la alcoba, no encontré al dueño del
palacio por ningún lado. Era mi oportunidad, la mejor y tal vez única que tenía
para ser libre.
___
-Mi
rey, Matsuoka… –se acercó hasta su posición, logrando que el susodicho guardase
en un bolsillo el colgante con el que andaba jugando.
-Aiichiro,
¿qué quieres…? –rechistó. Eran pocas las ocasiones en las que el pequeño no
andaba tras él, e incluso ahora, que precisaba disfrutar de la melancolía, su
mano derecha no se la otorgaba.
-Ya que
no puede dormir tal vez podría hacer algo por usted…
-Gracias
por el ofrecimiento, pero no es necesario –refutó, intentando que el chico de
pelo gris no se pusiese muy pesado.
-Por
cierto, he visto a su hermana caminando por los jardines cercanos al edificio
central, tuve la sensación de que algo la afligía, señor –Rin conocía de sobra
el tozudo carácter de su pariente, seguramente seguía cabreada. Aunque le costó
dar el primer pasó, acudió a regañadientes al encuentro de Gou, que se dedicaba
a pasear entre las columnas a altas horas de la noche.
-Hermano…
-pronunció extrañada al verle allí. El alcázar donde residían era tan inmenso
que pocas veces coincidían, sólo lo hacían cuando la menor le buscaba expresamente. De nuevo
se sintió rabiosa al tenerle delante, así que decidió pasar por su lado sin
darle la más mínima importancia.
-¿Es
que no vas a perdonarme…? –agarró a la chica por el brazo, impidiendo que se
marchase lejos de su alcance –sé que no debí haberte gritado, así que vale, lo
siento, ¿contenta…?
-No del
todo… -se quedó pensativa, irritándole como ya era costumbre en ella.
-Sé que a veces pierdo la razón cuando me llevan
la contraria, pero contaré contigo a partir de ahora para tomar cierto tipo de
decisiones –afirmó.
-Rin… -de un salto se lanzó encima de él,
llegando a colgarse del cuello del pelirrojo.
-Vale, ya está bien… -se la quitó de encima,
aunque no consiguió apagar las risas alegres de su hermana menor.
-Oye, ¿te has hecho daño…? –señaló el arañazo
de su nuez.
-Tranquila, simplemente que me está costando
más de lo que pensaba domar a ese gato salvaje…
-¿Vas a dejar que se vaya? –por un momento se
quedó callado, incomodando a la muchacha que seguía muy pegada a él.
-No, conseguiré que elija quedarse a mi lado,
y de ser así, ya no tendrás motivos para estar disgustada conmigo, ¿cierto?
-Por supuesto… -se cruzó de brazos la
princesa, sacándole ligeramente la lengua –aunque no creo que haya alguien en
este mundo capaz de soportarte…
-Eh, tú… -la chica volvió a soltar una
risotada, se sujetó a la cintura de su familiar y los dos comenzaron a deambular en compañía.
___
El pasillo estaba oscuro, a pesar de que algunos
candiles destellaban una acogedora luz. Me encaminé por el enrevesado palacio
en busca de mi amigo, no escaparía de allí sin él, lo había decidido sin
importar que declinase en un principio mi oferta. Estuve a punto de
chocarme con algunos sirvientes que aún continuaban trabajando, sin embargo, no
había ni rastro de Makoto. Me escondí tras un portón a la espera de que
desalojasen la sala, pero las cosas no podían salir tan bien.
-¿A dónde crees que vas? –mi circulación se
heló, era seguramente el fin de mi corta aventura –me temo que tienes que
volver a los aposentos, antes de que su majestad se entere de tu intento de
huida –ahora que había llegado hasta allí no me daría por vencido. Apreté los
puños y di otro paso, pero una lanza se cruzó en mi camino. El soldado de
pelo azul imposibilitó que me moviese, aparentaba estar dispuesto a luchar si
volvía a oponerme a la advertencia.
-Da igual si me retienes hoy, mañana volveré
a hacer lo mismo, hasta que por fin alcance mi objetivo…
-Entiendo, vete entonces… –apartó el arma,
dejándome vía libre –sal fuera y vuelve a verte en las condiciones de las que
mi amo te sacó, no me importa en absoluto tu martirio… -de repente, me acorraló
contra la pared, examinándome atentamente –lo único que me atormentaría sería
su reacción…
-Tu amo es un hombre vil y mezquino, se merece
lo peor… -afirmé, ante las carcajadas del extraño guardia.
-Es cierto que su personalidad es bastante
complicada, pero fíjate en las murallas que ves a lo ancho y largo de este
reino, las luces de cada morada, su gente… -por primera vez se alzaba ante mí
un enorme y elegante territorio, era incluso conmovedor –todo es posible
gracias a Matsuoka, créeme –la incertidumbre crecía en mi interior al conocer
la supuesta realidad, no quería confiar en ello.
-A esto no se le puede llamar libertad…
-Te equivocas, los que aún permanecemos aquí
es por interés propio, somos libres de irnos cuando lo consideremos
conveniente –ahora entendía que tal vez me había excedido con Rin.
-Si es así, deja que tome yo esa decisión…
–el centinela del rey se retiró, aceptando mi propuesta.
-Suerte en tu viaje, que nada te retracte –por
fin veía el extenso y negro cielo, las estrellas que lo adornan, era
reconfortante. Podía decidir a donde ir, qué hacer, como vivir, se
trataba de un nuevo comienzo –avisa al rey… -ordenó Rei a otro lacayo, sin que
me enterase de ello –el
muchacho se ha escapado…
___
Di al fin un indeciso paso hacia el exterior
de las murallas y una pequeña brisa se manifestó para ayudarme a salir. Me
abracé el cuerpo a causa del frio que me sacudía, las noches en el desierto
eran complicadas. Me dirigí al sur sin rumbo fijo, sólo debía guiarme por el viento y dejar que las posibilidades apareciesen ante mí. Por
supuesto, pensaría alguna estrategia para regresar a por Makoto, al que dejé por
el momento atrás. El desánimo no tardó en llegar al verme solitario en mitad de la nada, si seguía así no aguantaría mucho a mi pesar. Las voces masculinas
de varios individuos se acercaron repentinamente a mí, con suerte obtendría de
ellos algunas indicaciones.
-¡Disculpen! –tosí, corriendo torpemente por
la arena. La distancia me impedía ver de cuantas personas se trataba -¡aquí! –alcé
el brazo y lo moví, llamando la atención de tres hombres –me he perdido,
¿serían tan amables de ayudarme…? –antes de que pudiera siquiera moverme, me rodearon,
agarrándome violentamente.
-¿Llevas algo de valor encima? –preguntó uno
de ellos, cacheándome.
-No, no tengo nada… -de nuevo me jugaba la
vida, ¿en cuántos líos me iba a meter en tan poco tiempo?
-Es cierto, el muy inútil camina sin sustento
alguno por el desierto –confirmó otro de ellos.
-¿Qué deberíamos hacemos con él…?
-¿Y si nos aliviamos un poco…? –les empujé
asustado al oír y procesar aquel comentario.
-Tiene una cara bonita… -cuando Rin me elogió
anteriormente de aquella manera no resultó tan asqueroso. Luché por escapar sin
descanso, pero mi voz se quebraba al gritar tanto. Iban a violarme,
prefería cualquier otra cosa a que alguien me tocase de esa forma tan sucia.
-Socorro… -solté un sonido lastimero. Uno de
los individuos chilló, y al mirarle comprobé que la sangre salía a borbotones de una de sus manos, la cual había sido mutilada.
-¡Haruka! –bajó el pelirrojo de su caballo,
¿había venido a por mí?
-¿Matsuoka…? –su mirada daba miedo, tenía los
ojos más rojos de lo normal. No dudó ni un segundo en
enfrentarse a ellos, hiriéndoles de gravedad frente a mi atemorizada mirada
-¡para! –me encaré a él, no estaba dispuesto a dejar que convirtiese aquello en
una masacre -¡ya ha sido suficiente! –por más que los asaltantes pidiesen
piedad, no se la concedería tan fácilmente. Le aplaqué aferrándome a
sus piernas –detente ya, por favor…
-Largaos… -dictaminó tras meditar seriamente
mi petición. Sin decir mucho más, me agarró por las caderas y me llevó con él
de vuelta.
___
Allí me veía de nuevo, encerrado en su lujosa
habitación. Rin me cargó en brazos hasta un sillón y recostó mi
cuerpo exhausto. No me atreví a dirigirle la palabra, incluso aparté de mala
manera su mano cuando quiso acariciarme la cara.
-¡¿Eres imbécil?! –voceó -eso es lo que ocurre cuando un idiota
sale solo, sin protección y con ropajes caros… –no sólo era prepotente, sus
modales dejaban cada vez más que desear. Si quería discutir no estaría
dispuesto a hacerlo, podía llegar a ser increíblemente fastidioso. Una mancha
rojiza resaltaba su brazo entre los tejidos blancos del traje, ¿resultó herido
en la pelea?
-Sí que soy imbécil, e idiota… -atrapé su
mano, poniendo mucho cuidado en ello, y al destapar el antebrazo vislumbré un
pequeño corte cerca de la muñeca. No dije nada más, me sentí fatal al verle
lastimado por mi culpa. Empecé a limpiarle con un trapo empapado en agua, él se asombró al ver que me doblegaba por primera vez.
-¿Haruka…? –confuso, entreabrió los labios.
Unas piedras asomaban por su capa, estaban a punto de caerse. Al tirar de ellas
me percaté de que se trataba de un collar, un brillante y hermoso collar.
-Esto es… -pronuncié completamente atónito, seguramente
eran imaginaciones mías, ¿me estaba volviendo loco?
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