martes, 21 de febrero de 2017

The End


-Renuncio a mi puesto en el grupo, voy a casarme con mi novia –las palabras que pronunció Taguchi me dejaron en estado de shock.

-¿Bromeas…? –preguntó un desconcertado Nakamaru.

-No, hablo completamente en serio –un pinchazo sacudió mi sien. No lograba procesar lo que mi compañero de trabajo acababa de decir. Prioricé el ámbito sentimental y personal al laboral, y es que yo amaba a Junnosuke, y no iba a aceptar tan fácilmente la cruel realidad, ese destino inevitable que sabía algún día llegaría.

-Deberías meditar un poco más, ¿y si estás tomando la elección equivocada? –Kamenashi aportó su opinión, pero fue insuficiente.

-Lo siento, ya lo he decidido, abandono KAT-TUN –la mirada de Taguchi me perforó, y yo no fui capaz de comentar nada. Una sensación de absoluto odio me invadió y sólo conseguí desahogarme cuando le propiné una desacertada patada a la mesa.

-Ueda… -intentó seguirme Nakamaru, no obstante, yo fui más rápido y escapé apresuradamente de la sala.
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No acudí a la fiesta de despedida que los demás miembros de la banda prepararon en su honor, sólo coincidimos esporádicamente en las últimas actividades programadas de KAT-TUN. Me esforcé por controlar el llanto y la frustración durante todo ese tiempo, hasta que un día encendí la televisión y le vi a él, en un conocido programa, contemplando fijamente la cámara. Yo también aparecía en esa misma retransmisión, lejos de él, con un semblante afligido y sombrío. 

Lloré, al final lo hice. Una lágrima sucedió a la otra y tuve que apartar la vista de la pantalla. ¿Había Taguchi jugado conmigo?

Sabía desde el principio que Junnosuke estaba prometido, lo sabía y aun así decidí acostarme con él en repetidas ocasiones. Me merecía el castigo que ahora recibía, por inconsciente y por dejarme llevar. Desgraciadamente ya era tarde para olvidarme de él, al menos sin sufrir.
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Un años después de perder el contacto y tras su dimisión oficial como integrante de KAT-TUN, me encontré con Taguchi en una cafetería. Él salía, yo entraba, y el ambiente se volvió tenso. No me apetecía conversar con Junnosuke, pero fui educado y escuché las banalidades que repetía una y otra vez. Mientras oía la risa ahogada que emitía al finalizar cada frase, divisé que un anillo dorado resplandecía en su dedo anular. Agaché la cabeza y actué sin pensar. Mi mano se posó en su pierna, después la reconduje hasta el muslo y fue entonces cuando esbocé una media sonrisa.
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Me desplomé en el colchón, exhausto, agotado, satisfecho. Tuve sexo con Taguchi, sí, y en su propia habitación, en la vivienda que compartía con su pareja. La venganza no me haría más feliz a la larga, aunque poco me importó en ese momento.

-Adiós, Junnosuke -dije de espaldas a él -espero que te vaya bien -no comprobé su expresión, no obstante, me aseguré de dejar una profunda huella, la misma que Taguchi dejo en mí. Una huella imposible de borrar y con la que tendría que lidiar eternamente.

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