Capítulo 01
Si alguna vez me hubiesen dicho que mi primer amor verdadero
surgiría de una catástrofe, además de mostrarme incrédulo, probablemente me
echaría a reír. El destino en ocasiones nos depara encuentros sorprendentes, situaciones
que jamás imaginaríamos. De este modo conocí a una persona maravillosa, con la
que deseo pasar el resto de mi vida.
Aquella noche debí perder la razón lo suficiente para conducir con tal neblina, realmente esa época llegué incluso a odiarla. Mi comportamiento era despreocupado, sólo pensaba en salir de fiesta, beber y conocer a mujeres de inmensa belleza. Todo cambió en ese momento, en tan solo un instante. Cuando elevé la vista ya era tarde, había arrollado con mi moto a alguien. No supe reaccionar rápido y acabé estrellándome contra el asfalto, recibiendo por consecuente una multitud de golpes en el cuerpo. Poco me importaba mi dolor o el vehículo, lo que de verdad atenazaba cada uno de mis músculos era el estado de la víctima.
Una vez fui capaz de alzarme torpemente, divisé la silueta
recostada de un muchacho. Yacía inmóvil en el suelo y al acercarme ligeramente
me percaté de sus sonidos lastimeros. El horror se hizo presa de mi ser al observar
la cantidad de sangre que emanaba a su alrededor, tiñendo la negra carretera de
un tono rojizo.
-Yo… -tan sólo logré pronunciar, contemplando atónito el
rostro compungido del chico. Aunque la escena era escabrosa, no dejó de
devolverme la mirada, tal vez maldiciéndome por haber destrozado su existencia.
Quería pedir disculpas, pero sabía de sobra que eso no sería suficiente, así no
borraría lo que acababa de suceder. Los pocos coches que circulaban por allí se
detuvieron a socorrernos y un rato después apareció la primera ambulancia.
Me negué a ser atendido por los sanitarios e hice caso omiso
a las recomendaciones que me dieron respecto a permanecer quieto, continué
moviéndome de un lado a otro, desesperado. No iba a ser curado hasta que trasladasen
al más afectado primero y menos aún si continuaba atisbándome de esa manera.
Tras ponerle en una camilla y subirle deprisa al automóvil, por fin me senté y
dejé que revisasen posibles roturas o heridas. Me deshice del casco y lo lancé
de mala manera, visualizando de reojo los labios de aquel hombre abrirse.
Seguramente pretendía decirme algo, necesitaba saber qué era. Cerré los ojos y
agudicé el oído, esperando cualquier tipo de represalia por su parte.
-… es… tu culpa… -ese susurró tan débil me perforó el alma.
Las lágrimas se desbordaron de mis ojos, dejando que me viese así de
repugnante.
-Lo siento… -supliqué su perdón, pero fue inútil, no me oyó.
No tardaron mucho en llevárselo del lugar, por el contrario yo me quedé durante
unos minutos más en la escena del tremendo incidente, implorando que se
recuperase.
___
-Gracias… –hice una reverencia y salí después de la consulta
médica. El resultado de la caída fue un codo roto y varias contusiones, nada
que no mereciese por insensato. Cuando iba a abandonar el hospital algo me
detuvo, una sensación de arrepentimiento. Cabía la posibilidad de que el otro
accidentado estuviese en el mismo sitio que yo. Me acerqué a una enfermera y
pregunté su paradero con la poca información que tenía. No parecía muy segura,
sin embargo me facilitó el número de habitación de un paciente que presentaba semejanzas.
La incertidumbre me trastornaría. Era consciente de que al
pobre muchacho no le apetecería verme y a la vez no podía marcharme de allí sin
más, se merecía una explicación. Anduve varios pasillos, buscando por una gran
multitud de cuartos, hasta que vi unas piernas escayoladas. Me asomé asustado y
comprobé que mis sospechas eran ciertas, se trataba de él.
-¿Quién eres…? –me miró sorprendido y se incorporó a duras
penas de la camilla.
-Por favor, no te levantes –intervine de inmediato,
tumbándole de nuevo. Noté que me examinaba cautelosamente el rostro, tal vez
procurando adivinar mi identidad.
-Lo siento, ¿te conozco…? –lo cierto es que estaba aterrorizado,
pero igualmente me armé de valor y lo solté.
-Soy la persona que te derribó anoche con la moto… -el
ambiente se tensó demasiado y ambos nos quedamos por un largo tiempo en
silencio. Tras esa pausa por fin habló, esbozando para mi asombro una amplia
sonrisa.
-Perdona, la verdad es que no podía recordarte bien,
discúlpame –esa dulce inocencia resultaba cálida, tanto que un sentimiento
extraño sacudió mi corazón –encantado, soy Kazuya, ¿y tú?
-Espera, deberías odiarme, ¿qué clase de broma es esta…? –ante
mi comentario parpadeó varias veces y emitió una delicada risa al cabo de un
rato.
-No lo entiendo, ¿es necesario…? –me llevé una mano a la
cabeza al cerciorarme de su nula maldad.
-Casi te mato, mírate, no puedes ni moverte, ¿acaso no te
importa…?
-Claro que sí, pero no puedo acusarte a ti de ello…
–resignado por aquellas palabras tan estúpidas, le di un diminuto pellizco en
la nariz y recibí un liviano quejido.
-Antes de que cerrasen las puertas de la ambulancia lo
dijiste, es culpa mía, he cometido un delito… -los resoplos se escapaban de mi
boca constantemente, comenzaba a apetecerme darle un coscorrón –¿no vas a
denunciarme…?
-Por supuesto que no, creo que lo entendiste mal… –se quedó
pensativo, llevándose una mano a la barbilla –si mi mente funciona
correctamente, expresé con la finalidad de calmarte, que no era culpa tuya
–realmente sus argumentos cuadraban, tal vez no escuché la frase correctamente,
la parte que lo negaba todo.
-Ya veo… -me senté en un sillón cercano y tragué saliva al
ver los hierros que recorrían sus extremidades inferiores, y no sólo eso, un
enorme vendaje cubría su cabeza –supongo que te han operado, ¿me equivoco?
-No, has acertado –volvió a reírse, ¿acaso era idiota? –aún
me encuentro somnoliento, la anestesia hace que me trabe al hablar… –y de
repente chilló, provocando que casi me diese un paro cardiaco –dime tu nombre,
venga, venga…
-Deja de gritar… -repliqué y chasqueé la lengua muy molesto
–me llamo Tomohisa –contesté secante.
-Vaya, es un nombre precioso, se asemeja a tu rostro –no
comprendí que me ocurrió, un notable rubor se apoderó de mis mejillas –por
cierto, ¿te duele mucho? –señaló el cabestrillo que sostenía mi brazo herido.
-No tanto como a ti, seguro… -jamás me habían dicho algo
parecido, tampoco se preocuparon demasiado por mí en un pasado. La pureza de
ese hombre me deslumbró, ya no existía nadie así en este mundo, lo tenía claro.
-Tranquilo, los acontecimientos malos siempre se ven
compensados por otros buenos, me recuperaré rápido y sin problemas –no aguantaba
más tanta bondad. Me puse en pie, preparado para marcharme de allí inmediatamente
–Tomo… -musitó, acortando de forma extraña mi nombre -¿volverás a verme…?
-Ni lo pienses… -respondí tajante, logrando escapar de aquel
espacio inusualmente reconfortante.
___
El resto del día no paré de pensar en aquel insólito chico,
era la primera vez que conocía a alguien con una personalidad tan peculiar. Me
negaba a creer lo que anhelaba en realidad, conocerle un poco más. Los
programas de televisión no conseguían entretenerme, tampoco escuchar música o
leer. Me acordé de lo solo que parecía estar en aquel oscuro cuarto y me
pregunté si tendría familia o algún individuo que se fuese a ocupar de él. Por
mucho que quisiese oponerme a la idea, empecé a sentir la imperiosa necesidad
de volver a su lado.
Poco después ya me encontraba fuera de casa, concretamente
en una tienda. Indudablemente me había vuelto loco, por lo general no era un
tipo atento con los demás. Mientras recordaba el pasado que me convirtió en tal
monstruo, miraba un escaparate lleno de pasteles. No sabía sus gustos o preferencias,
por lo tanto acabé comprando varios dulces, cada uno de distintos sabores y
formas. Una vez cargué con las bolsas, me encaminé en dirección al hospital, ya
era prácticamente de noche, aunque eso no impediría que le hiciese una corta
visita.
Previamente a entrar en la habitación, pude apreciar un
sonido muy ligero que se hallaba en el interior. Era casi imperceptible, tanto
que tuve que mantenerme en completo silencio para predecir su procedencia. Su
llanto me llamó realmente la atención, intentaba contenerse. A través de una
pequeña rendija de la puerta, me quedé divisando a aquella entrañable criatura,
que se aferraba al teléfono móvil sin parar de sollozar.
-Tú… -le hice elevar el rostro, encontrando nuestras miradas
demasiado cerca –devuélveme esa sonrisa tierna, ahora –la orden le dejó
confundido por unos segundos, sin embargo reaccionó finalmente y se río, sin
detener el lamento.
-Tomohisa, ¿qué haces tú aquí…? –se limpió con la manga del
pijama.
-Si te desagrada mi presencia, me iré… –en cuanto pronuncié
tales palabras, me agarró por la cintura, aferrándose fuertemente a ella.
-No, por favor, estoy muy feliz, no te vayas, quédate
conmigo… -me pareció terriblemente adorable. Iba a posar los labios sobre los
suyos, no obstante me arrepentí en el último momento y los junté a su mejilla.
-Lo haré, pero cálmate, ¿de acuerdo? –asintió un par de
veces, dibujando en su cara una mueca agradable –toma, te he traído un detalle –y
sin más dilación deposité la bollería sobre sus manos.
-¡Chocolate! –respondió feliz y poco tardó en llevarse uno
de los pastelitos a la boca –amo el chocolate, ¡gracias! –lo devoraba con
ansía, dejando que el relleno le pringase incluso la punta nariz.
-Eres un verdadero desastre… -rocé esa zona de su rostro,
relamiéndome posteriormente el dedo. De repente se mostró tímido, incluso
temblaba.
-No aparentas ser tan malo como pretendes hacer ver, Tomo… –cualquier
detalle me encandilaba de ese hombre, tanto que lentamente, a cada frase que
pronunciaba, el afecto que le profesaba aumentaba. Ni yo conseguía explicarme
que sucedía, nunca antes me atrajo un individuo de mi mismo sexo. Descartaba
toda posibilidad de iniciar un romance así, aunque mis instintos más primarios
me rogaban que degustase su saliva -¿ocurre algo…?
-Para nada –evadí la cuestión, centrándome en el ruido de
las manecillas del reloj –es muy tarde, tienes que dormir…
-¿Ya? –refunfuñó apenado –si me cantas una canción lo haré
–su broma me sobresaltó, tanto que le dediqué un gesto de desaprobación –vale,
vale, buenas noches… -me apoyé en el respaldo de la silla y me dediqué a
mirarle durante un rato, hacía mucho frío. Sus continuos movimientos y su propósito
por acurrucarse entre las sabanas confirmaron mi teoría, estaba helado. Eché
otra manta por encima de su torso y me colé en la cama, haciéndome creer a mí
mismo que solamente iba a darle calor. Mis brazos rodearon su pecho, provocando
que el contacto me adormeciese también. Y el breve encuentro se hizo eterno.
___
Ya hacía un mes que conocía a Kazuya y desde entonces no me
había separado de él. Pasábamos gran parte de las horas charlando, e incluso
llegó a ser mi confidente respecto a muchos temas. Los dos nos sentíamos muy a
gusto, por lo tanto el cariño fue creciendo enormemente. Últimamente le notaba
inquieto, sus piernas no respondían a los tratamientos, no experimentaba
sensación alguna al tacto, tal vez por ello fue decayendo anímicamente. No
soportaba verlo mal, cuidarle era ahora mi prioridad.
-Hoy tenías una revisión médica, ¿qué tal te ha ido? –se
mantuvo callado y por mucho que se obligase a reír no era sincero conmigo
–dime, ¿hay alguna novedad?
-No, sigo igual… –ocultaba una vez más la realidad, aprendí
a reconocer las mentiras que contaba por su forma de actuar.
-Vamos… -insistí, sin obtener una respuesta clara. Sus dedos
apretaban la manta que le cubría de cintura para abajo, escondiendo así el
problema que le torturaba –déjame ver… -se resistió, no obstante terminé
destapándole. Me llevé una fuerte impresión, los hierros habían desaparecido.
-No mires… -suplicó increíblemente angustiado, al borde del
más absoluto pánico –me los han quitado hoy y tengo unas marcas horribles, te
daría… asco… -lo entendí, comprendí su miedo a ser visto en esas condiciones,
aunque yo no pensaba lo mismo que él.
-Soy el causante de estas lesiones y puede sonar cruel lo
que voy a decir, pero por lo tanto son mías –remangué el pijama y recorrí los
gemelos con la vista, analizando cada una de las señales que surcaban su piel.
Me dio muchísima lástima, y deseé estar yo en su lugar.
-Por favor, para ya… -se mordió el labio, gimoteando.
-No te avergüences de esto nunca más, ¿me oyes…? -deslicé la
lengua por su rodilla sin ningún pudor, lamiendo las cicatrices una a una. La
tensión se incrementó, ya no podía controlar mis impulsos. Subí lentamente los
labios hasta el muslo, chupando esa parte primero sutilmente y luego de mala
manera –a mí no me incomoda tu aspecto, eso es lo único que debería interesarte…
-Tomohisa… -susurró conmovido. De reojo, contemplaba su
semblante abochornado, no le disgustaban mis atenciones. Se mordía el labio y
jadeaba en voz baja, procurando no llamar demasiado la atención. Sabía que el
juego me acabaría excitando, y proseguí. Al roce de los tocamientos que mi
amigo recibía, los besos y las caricias, reaccionó finalmente. Se sobrecogió y
yo comprendí que seguramente se recuperaría.
-Kazuya… -irrumpió de repente un sujeto en la habitación,
provocando que los ojos del aludido se abriesen considerablemente.
-Jin… -pronunció casi tartamudeando. Kamenashi se escondió
deprisa tras mi espalda, tiritaba. El extraño se acercó furioso a nosotros y me
apartó bruscamente a un lado, aprovechando la situación para sujetar a un
frágil Kazuya por el cuello.
-Te voy a matar, acabaré contigo… -exclamó aquellas palabras
tan dañinas y levantó una mano, dispuesto a darle un bofetón.
O_______________O
ResponderEliminarme ha dejado con el Yisus en la boca este capitulo!
Oh por todos los Johnnys!
Necesito saber que pasa! >///////////////////<
Este es el tipo de KamePis que amo! o*O*o