sábado, 26 de marzo de 2016

El País de las Pesadillas - Capítulo 04


Capítulo 04

El sonido del teléfono me despertó, por lo que me levanté del sofá y corrí, con las pocas fuerzas que tenía, a cogerlo. Al mirar el reloj me di cuenta de que me había quedado traspuesto como una media hora, estaba agotado, sentía mis párpados demasiado pesados y me dolía cada músculo de mi cuerpo. Tras unos segundos escuché a mi amigo al otro lado del aparato.

–¿Kame? –preguntó con una voz espantosa, parecía haber estado llorando– ¿Eres tú?

–¿Ueda? –susurré, había olvidado que aún me quedaba alguien en este mundo– Si, soy yo… –antes de poder seguir hablando, volvió a hacerlo él.

–¡Creí que te había ocurrido algo! Los policías vinieron a mi casa y me contaron la atrocidad que había sucedido –un pinchazo destrozó mi corazón, no era capaz de mantenerme sereno ante esas palabras.

–Yo... estoy bien… no te preocupes… solo que estoy un poco cansado… –expresé con un tono bajo mientras pasaba una mano por mi rostro.

–Menos mal… –pude escuchar sus lágrimas desde la otra línea, una sensación de alegría me inundó, él se preocupaba por mí. Tenía que hacer algo para poder compensarle el mal trago.

–¿Puedo ir a visitarte ahora? –era cierto que no podía ni con mi alma y que prefería dormir, pero estar en esta vivienda completamente solo, me aterraba. Necesitaba la compañía de alguien y ese resultó ser Tatsuya. Tras recibir su permiso colgué y me acicalé un poco. De camino pensé en preguntar si podía quedarme en su casa durante una temporada, era grande y contaba con un sinfín de habitaciones por lo que probablemente no le supondría algún problema. Antes de pulsar el timbre cogí una buena bocanada de aire– No debo hablar de nada de lo que me ha ocurrido en aquel sueño, hasta Ueda me tomaría por loco –era mejor que nadie supiese de ello, no quería acabar en un psiquiátrico. Tras la pausa, apreté el botón y me dejaron pasar.

Caminé siguiendo a uno de sus mayordomos hasta la sala de estar. Se notaba que tenían dinero, los muebles eran sofisticados, había lámparas antiguas por las paredes y una de araña colgando del techo. Me asusté al descubrir frente a mí a un invitado sentado en un sillón de cuero. Su vestimenta me llamó muchísimo la atención, parecía un noble y su pelo era de un intenso color negro. Llevaba un sombrero que no me permitía vislumbrar bien sus ojos. Tímidamente me acerqué para tomar asiento y esperar así a mi amigo, pero al pasar por su lado se incorporó e hizo una reverencia.

–Encantado de conocerte, mi nombre es Nishikido Ryo –escuchar su voz me hizo sobresaltarme, y no pude evitar fijarme en sus labios, a la vez que intentaba sobreponerme del susto. Observé que debajo del lado izquierdo de su boca, tenía un lunar bastante característico. Una extraña sensación me recorrió por completo, lo peor fue que no supe diferenciar si era una señal de peligro o de bienestar. Aguardó pacientemente una respuesta por mi parte que no llegó.

 –¿Kame? –escuché a Ueda al otro lado de la habitación, le vi traer unos dulces en una bandeja y después depositarla en la mesa más cercana. Instantes después corrió angustiado hacia mi posición para abrazarme con mucha fuerza, eso me dejó extrañado, casi nunca manteníamos ese tipo de contacto– Lo he pasado muy mal… nadie sabía dónde estabas… era como si hubieses desaparecido del pueblo… llegué a pensar que… tú también… –las lágrimas ahogaron sus palabras. Con cuidado le limpié con los dedos y le dediqué una dulce sonrisa para que no se preocupase.

–Estoy bien –le hice pegar la cabeza contra mi pecho mientras le acariciaba el pelo para detener su sofocón, él me rodeó el cuerpo. Noté la mirada de Nishikido puesta en nosotros, así que le examiné con atención.

–He llegado hace poco al pueblo y Tat-chan –tras nombrarle, éste rompió nuestro abrazo frotándose los ojos, mientras que su invitado le sonreía expresando gratitud, o eso me pareció a mí– Alegremente me dio cobijo en su casa. No me quedaré mucho tiempo, cuando resuelva un asunto pendiente, regresaré a mi país –mi piel se erizó con sus palabras y agaché la cabeza, comprobando que mi camiseta había quedado hecha un desastre a causa de las lágrimas de Ueda.

–Disculpadme –hice una reverencia– ¿Puedo usar un momento el servicio, Uepi? –le pregunté ocultando el estado de nerviosismo en el que me encontraba por culpa de aquél misterioso hombre. El dueño de la casa asintió y no tardé demasiado en huir de allí con ayuda de esa excusa. Me miré al espejo y cogí una toalla intentando secar mi ropa.
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Un fuerte portazo hizo que me incorporara. Coloqué una mano sobre mi cabeza intentando tranquilizarme, pero cuál fue mi sorpresa al comprobar que volvía a estar en la habitación de Tomohisa.

–¿Eh? –estaba convencido de que había regresado. A cada minuto que pasaba, más acontecimientos extraños me sucedían y más cosas quedaban sin resolver, creándome infinitas dudas sin respuesta– ¿Todo ha sido un sueño? ¿Volver a mi mundo y ver a Ueda también? ¿O es que me estoy volviendo loco? –aturdido decidí salir de la cama y anduve apoyándome en las paredes de madera. Me pregunté si la casa anteriormente fue un enorme árbol, porque me daba la sensación de estar en el interior de uno. Bajé las escaleras con mucho cuidado de no caerme, mis fuerzas no parecían querer volver a mí y no era capaz de entender porqué. Vi a Yamashita-kun en medio de la vivienda, revolviendo su cabello y suspirando con pesar. Al escucharme, se giró fijando su vista en mí. Me miraba tan atentamente que me puse muy nervioso de nuevo, llegando a avergonzarme.

–¿Te hemos despertado? –pronunció preocupado a la vez que andaba hacia mí– Koki se fue enfadado, cerrando de mala manera la puerta y, al ser una casita tan pequeña, el mínimo ruido es atronador. Perdona –pasó los dedos por mis mejillas, era extraño pero, cada vez que me rozaba, me invadía una sensación de confort absoluto.

–No te preocupes, espero que no haya sido nada importante –a decir verdad temía que fuese por mi culpa, no disponían con tiempo y yo solamente pensaba en dormir. Sin embargo negó con la cabeza, como si entendiese a la perfección que me pasaba por la cabeza.

–Recibió una extraña llamada y por eso se fue molesto, no te preocupes –sonrió dulcemente mientras me agarraba por la muñeca con cuidado– Ven, me gustaría enseñarte una cosa –y con el corazón a mil, le seguí hasta el exterior de la morada.

La oscuridad de la noche lo envolvía todo, pero gracias a la enorme luna llena y al sinfín de estrellas sobre el firmamento, había la suficiente claridad para que pudiésemos ver sin problemas. Jamás presencié algo así antes, a pesar de haber pasado mis últimos años viviendo en un pueblo, donde el cielo estrellado se puede vislumbrar a la perfección. Eran demasiadas constelaciones juntas. Debido a que me resultaba un escenario romántico no pude evitar sentirme algo cohibido.

Tomohisa siguió arrastrándome hasta que tomamos asiento en un tronco, con la intención de observar el paisaje nocturno. Podía escuchar perfectamente el revoloteo de mi corazón y deseaba con todas mis fuerzas que él no fuese consciente de ello.

–Qué lugar tan precioso… –se me escapó sin querer y me tapé la boca corriendo. Sentía que había roto el silencio de una forma ridícula. Sin embargo, me observaba con una tierna sonrisa, la cual fue capaz de suprimir mi malestar en un instante– ¿Qué clase de sitio es éste? Yamada lo llamó el País de las Pesadillas… ¿Por qué? ¿Tan aterrador es? –se quedó pensativo durante unos segundos, quizás buscase las palabras adecuadas para responderme.

–Ciertamente el pequeño Ryosuke tiene razón, hace mucho tiempo la gente vivía en paz. En este territorio vivíamos juntos en armonía los dobutsu y los humanos. Todos tenemos como mínimo una habilidad especial, pero los primeros poseen además, atributos de formas animales, como por ejemplo Koki y Shigeaki.

–¿Entonces no son humanos? –me llevé una gran sorpresa, es cierto que el aspecto de ambos no coincidía con mi imagen de humanidad, pero…– ¿Y tú? ¿Eres como ellos? –negó lentamente, como me imaginaba. Pero ningún lugareño de este extraño mundo se asemejaba a mi concepto de ser humano, en todos había como mínimo un rasgo de fantasía, el color de sus ojos.Y Tomohisa no era una excepción.

–Como dije, eso ya no es así, cuando Jin llegó al trono tras la muerte accidental, extraoficialmente conocida como asesinato, del rey, desterró a todos los dobutsu al bosque, permitiendo únicamente a los “humanos” vivir en la ciudad –me había quedado boquiabierto, era despreciable. Separar a seres vivos de esa manera me resultaba de lo más cruel. Era un ser despiadado, sin ni siquiera conocerle ya sentía repulsión por él– Tras eso, se creó la rebelión. Todos aquellos expulsados con suficiente valor como para enfrentase a ese tirano, forman parte de ella.

–¿Cómo es que tú también eres miembro de la revuelta? Creía que solamente ellos fueron los únicos proscritos –me mordí el labio, la expresión de su cara me echó para atrás.

–Me fui… no soporté esa atrocidad, así que yo mismo me convertí en el líder de los rebeldes –parecía afectarle muchísimo este tema, por lo que traté de cambiarlo, se me encogía el pecho al ver esa expresión en su rostro, no quería hacerle sentirse mal.

–Me… ha quedado claro por tus palabras, y por todo lo que me ha ocurrido hoy… que éste… no es mi mundo –me costó muchísimo reproducir mis pensamientos en palabras, me negaba a creerlo, pero tenía que ser cierto. Siempre pensé que era un sueño, no obstante… ¿y si no lo fuese? Sacudí la cabeza ante esa idea, aún no estaba mentalmente preparado para aceptarla. Respiré para intentar calmarme ante su atenta mirada de preocupación– ¿Cómo he llegado hasta aquí? Siguiéndoos atravesé aquella extraña madriguera y cuando quise darme cuenta, me encontré metido en un sinfín de sucesos extraños… –por vergüenza omití las acciones que realicé, parecía tan irreal que me sentía estúpido– Hasta que, con ayuda de Koki, llegué aquí, donde estabas tú… –le observé a los ojos y agarré su mano, mi cuerpo temblaba por completo, necesitaba conocer toda la verdad de una vez. Supongo que logré transmitírselo a través de mi mirada de auxilio.

–Existe una antigua leyenda, de cuando aún vivíamos todos felices y sin guerras. La cual relata una profecía de sufrimiento… pero también de esperanza –seguí sosteniendo sus dedos entre los míos, se tomó un respiro y yo miré el cielo estrellado, hasta que volvió a hablar– “El día en el que la luna se tiña de rojo, todo lo que se da por sentado desde miles de generaciones, dejará de tener sentido. El caos dominará el reino y solo el chico de verdadera inocencia, cuyo nombre junte en armonía a la tortuga y al peral, traerá la paz de nuevo” –tras procesar esas palabras tan eruditas, señalé mi nariz con un dedo totalmente boquiabierto.

–¿Ese soy yo? ¿Kamenashi Kazuya es el nombre del joven del augurio? –asintió mirándome fijamente a los ojos. Todo empezaba a tener sentido, yo era la solución a sus problemas. Ahora comprendía porque era tan necesario para ellos, y al peligro que me estaba exponiendo– Un momento… ¿quieres decir que mis tíos…? –las lágrimas ahogaron mis palabras y los brazos de Yamashita rodearon mi cuerpo, pegándome al suyo en un intento de consolarme.

–Me informaron que la mano derecha de Akanishi viajó en tu búsqueda, con la intención de acabar contigo… –pasaba los dedos por mi pelo mientras yo no podía creer lo que estaba oyendo– No estoy seguro pero… presiento que el apellido de ellos es el mismo que el tuyo, y por eso él… –no hizo falta que pronunciase las palabras, supe que el asesino aún iba tras de mí. Apartándome un poco, observé su rostro con el mío lleno de lágrimas. Me sentía tan culpable por haberle acusado injustamente, porque sin duda alguna, la persona que tenía frente a mí, irradiaba bondad. Mi llanto se detuvo y le sonreí dulcemente, cosa que nos pilló a ambos desprevenidos.

–Gracias –susurré aún mirándole de la misma manera– Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudaros. Y, perdóname, fui cruel contigo y te hice daño –rocé el corte de su mejilla con la yema de mi dedo índice, mientras mi mano se ajustaba perfectamente a la silueta de su cara. Aunque no solo me refería a su dolor físico, sino que también me arrepentía por haberle dicho cosas horribles– Tus ojos son preciosos, no eres ningún monstruo –aceptó mis disculpas devolviéndome la sonrisa y con algo de dificultad me puse en pie– Si fuera posible… me gustaría volver a descansar un poco.

–Adelante, tómate el tiempo que creas necesario. Deja en mis manos tu protección, no permitiré que nadie más te hiera –sus palabras me hicieron sentir a salvo mientras me acompañaba hasta la habitación. Una vez tumbado, salió cerrando la puerta tras de sí. El cansancio logró que me quedase dormido al instante.
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–… ¿Kame te encuentras bien? Respóndeme por favor –era la voz de Ueda, estaba golpeando la puerta del baño de forma insistente.

–Lo siento, ya mismo salgo –¿cómo era posible que estuviese de nuevo aquí?– Creía que todo esto había sido nada más que un sueño… –susurré para mí mismo, mirando fijamente mi reflejo. Abandoné el cuarto inmerso en mis pensamientos, pero la risa del invitado de Tat-chan me hizo prestar atención a mí alrededor.

–¿Qué pasa, te tragó la taza del váter? –mis cejas se elevaron al no ser capaz de entender el motivo de su mofa. Antes de preguntar el motivo habló de nuevo– Has tardado más de media hora, creo que alguien está estreñido –sus carcajadas no se detenían, pero pasaron a un segundo plano ante su comentario, el cual me dio la respuesta que necesitaba.

Era solamente una teoría sin verificar, pero ambos mundos parecían estar entrelazados. El tiempo que pasaba aquí, en la Tierra, era el mismo en el que dormía allí, en Nightmare. Cuando me despertaba, mi consciencia en este plano, mi hogar, se esfumaba y era teletransportado, siendo así capaz de relacionarme con Tomohisa y los demás. Sin embargo, no ocurría lo mismo cuando lo hacía aquí. Esa vez simplemente fui capaz de soñar, y al levantarme no regresé con el grupo rebelde, sino que permanecí en la casa de mis tíos. Si mi especulación era cierta, ya había encontrado una explicación a mi agotamiento. Llevaba más de veinticuatro horas sin dormir más de media, sumándole además que caminé sin parar, de un lado a otro.

Conocer eso, me serviría de mucho, ya que si quería ayudar a mis nuevos amigos, lo único que necesitaba era dormir en ambas realidades.

–Uepi –elevé la vista para mirarle directamente a los ojos. Debía pedirle que me dejase quedarme en una de sus habitaciones, pero antes de que pudiese retener la atención de mi compañero, mi estomago me traicionó, rugiendo con fuerza. Si lo pensaba, tampoco había comido nada desde que empezó esta aventura.

–En pocos minutos estará la cena, no te preocupes –colocó su mano sobre mi hombro y acabé avergonzándome por el espectáculo que estaba dando. Entonces intercambió miradas con su invitado y continuó hablando– ¿Podéis quedaros un momento aquí? –y sin esperar respuesta, abandonó la estancia.

–Kame – al escuchar mi nombre miré a Nishikido, el cual me llamaba. Percibí como su mano palmeaba sus muslos– ¿Por qué no te sientas aquí? –se quitó el sombrero, y me miró fijamente mientras me hacía esa extraña y vergonzosa invitación. Vi sus ojos por primera vez, y ese azul tan intenso me recordó al instante al de los habitantes de Nightmare. Rápidamente tomé asiento en otro sillón, lejos del suyo. Todos mis sentidos estaban completamente alerta.

–Estoy bien aquí, gracias –toqué los mechones de mi pelo, dispuesto a ponerle a prueba– Dijiste que no eras de por aquí, ¿verdad? A decir verdad se puede apreciar a simple vista. Nunca había visto a nadie con ese tono de ojos tan llamativo –lamí mis labios intentando parecerle provocativo, y diría que por su amplia sonrisa de relucientes dientes, lo había conseguido.

–Tienes razón… –se incorporó y avanzó lentamente hasta mi posición– Pero… tú tienes un nombre muy curioso, ¿no lo crees? –su expresión cambió a una de enfado, aunque no entendía del todo el motivo– Literalmente significa, la armonía entre la tortuga y el peral… –ante mi atenta mirada sacó un cuchillo del interior de su chaqueta, con la clara intención de rajarme usándolo. Aunque por suerte reaccioné lo más rápido que pude, alejándome tras un salto.

–¡Tú…! –gruñí con rabia. No existía duda alguna, frente a mí se encontraba el asesino de mis tíos. No obstante, desgraciadamente para mí, en ese momento me sentía demasiado débil y sin fuerzas suficientes como para enfrentarme a él. Además, sus movimientos eran realmente rápidos, mis ojos no eran capaces de seguirlos, y mucho menos percibir su silueta. Grité con fuerza cuando noté cómo el filo de su cuchilla atravesaba de un lado a otro mi abdomen.

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