Los ángeles y los demonios llevan en guerra desde el
principio de los tiempos, ninguno de nosotros recuerda haber estado en paz con
el otro bando. Siempre he entendido el motivo, ambas especies son totalmente opuestas.
Hasta hace muy poco pensaba que todos los demonios eran seres despreciables, primitivos
y vulgares, pero cambié de opinión cuando lo conocí a él.
–¡Yuto! ¿Dónde te has metido? Deberías estar haciendo guardia –uno de mis compañeros me buscaba, ¿y por qué había abandonado la vigilancia? Eso era por…
–Ni se te ocurra salir… –la mano de Yamada Ryosuke tapó mi boca. Él era el motivo por el que me ausentaba de mis obligaciones y quien me hizo replantearme el concepto que tenía sobre nuestros enemigos, al menos de uno de ellos.
–No lo iba a hacer… –susurré cuando apartó sus dedos y
reanudamos nuestro camino a hurtadillas. Desde hacía semanas ambos nos
encontrábamos en la frontera y bajábamos a la Tierra a observar a los humanos,
mezclándonos entre ellos. La verdad es que Ryosuke era un demonio muy atractivo,
y cuando no me miraba, yo aprovechaba para observarlo en secreto. Sus enormes
ojos llamaban mi atención, al igual que sus cabellos ondulados…
–Eh. Presta atención, no puedes andar en las nubes… –con el
ceño fruncido me regañó, a lo que yo me disculpé al instante. No nos llevó
mucho tiempo llegar a nuestro destino.
–¿Y bien? ¿Cuál es el plan de hoy? –pregunté intrigado,
cubriéndome con la capucha y metiendo las manos en los bolsillos, la
temperatura aquí era mucho más baja de la que mi cuerpo estaba acostumbrado.
–Hay un sitio que creo que te gustará –comenzó a andar y yo
automáticamente le seguí.
Al cabo de unos minutos llegamos a un enorme prado, justo en
el momento en el que el sol se empezaba a ocultar por el horizonte. Eché a
correr y entonces fui interceptado por Yamada, cayendo ambos al suelo. Por culpa
de una colina empezamos a rodar sobre nosotros mismos, pero aprovechamos esa
situación para comprobar quién era capaz de tumbar al otro, un juego de poder.
Al final, debido a mi estatura, acabé sobre él. Durante un momento, nuestras
miradas se cruzaron haciendo que el tiempo se detuviese. Hasta que de un ligero
empujón me apartó, cuando había desparecido el último rastro de luz solar,
recostándome al final a su lado.
–¡Ahí están! –señaló hacia el cielo y muy despacio elevé la
vista, contemplando un millón de estrellas.
–Nunca había visto… tantas juntas –susurré emocionado ante
semejante escena, girando después el rostro con una amplia sonrisa. Menuda sorpresa
me llevé al encontrármelo mirándome fijamente.
–Feliz cumpleaños –con cuidado dejó sobre mi mano una caja,
que al abrirla contenía un anillo con forma de estrella –Me encantaría poder regalarte
todas las del firmamento, pero como eso es imposible, decidí optar por esto –mientras
hablaba me ayudó a ponérmelo –¿Estaremos juntos siempre? –ante su inesperada proposición,
sonreí ampliamente con lágrimas en los ojos.
–Juntos, por y para siempre.
oww que hermoso Yamajima *O* me encanto, super lindo.
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