domingo, 6 de marzo de 2016

Itadakimasu!


–Ya he vuelto –comenté en voz alta mientras me quitaba las deportivas y las cambiaba por unas de estar por casa. Había sido un día bastante duro, estaba grabando para una nueva serie y tuvimos que repetir varias veces algunas escenas por culpa del temporal.

–Bienvenido –una sonrisa apareció de golpe en mis labios al escuchar su dulce voz –¿cómo ha ido el día…? –cuando le vi aparecer por la puerta, mis ojos se iluminaron, aunque se sorprendió al encontrarme en ese estado –¡Estás completamente empapado! Deberías tomarte un baño o si no te vas a resfriar… –agarró mis manos, tirando de mí con insistencia.

–No te preocupes, Kazuya, estoy bien –era demasiado adorable, me enternecía ver como se preocupaba por mí de esa forma –Me bañaré, pero antes… –cerré los ojos y con el dedo índice golpeé varias veces mis labios, poniendo morros a la espera de un beso.

–Eres de lo que no hay –dijo mientras se reía, concediéndome finalmente mi dulce premio.

–¡Ya tengo todas mis energías! –alcé la voz eufórico, dirigiéndome al cuarto de baño. Me desvestí y con rapidez lavé mi cuerpo. Una vez estuve bien limpio, me metí despacio en la bañera. Siempre que estaba en aquella bañera, entraba en un estado de relajación total. Pero unos repentinos golpes en la puerta me sobresaltaron.

–Tomohisa, ya está lista la cena, no tardes demasiado o se enfriará –mi estomago rugió tras pensar en aquella deliciosa comida. Kame tenía un don para cocinar, cualquier cosa que preparaba estaba realmente deliciosa.
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–Que bien huele… –comenté mirándole desde la puerta de la cocina –¿Has hecho curry?

–Sí, ya que te estás esforzando tanto en el trabajo, quería recompensarte de alguna forma –lentamente me fui acercando a él para abrazarle por la espalda.

–¿Cómo puedo ser tan sumamente afortunado de tenerte? –susurré en su oído, acariciando sus brazos –Nadie nunca hizo tanto por mí como lo haces tú… –giró sobre sí mismo para volver a besarme.

–No hago nada especial, tan solo busco que seas feliz –aparté un mechón de su rostro, colocándolo detrás de su oreja. Sonrió con tanta dulzura que creía que mi corazón se detendría –¿Nos sentamos? –asentí y ambos tomamos asiento.

–Que buena pinta tiene… –olfateé el plato mientras la boca se me hacía agua. Muy despacio introduje la cuchara, cogiendo un poco de arroz y salsa –¡que rico! –exclamé entusiasmado cuando saboreé la cena.

–Me alegra escuchar eso –mi plato rápidamente empezaba a estar vacío, a lo que mi pareja reaccionó soltando una sonora carcajada –Hay más en la olla.

–No puedo evitarlo, es que está delicioso –tras devorar dos platos hasta arriba, toqué mi barriga, estaba completamente saciado –¡Gracias por la comida!

–¿Qué tal si ahora eres tú quien me da a mí mi recompensa? –y con una sonrisa traviesa se subió sobre mis piernas, devorando intensamente mis labios, que ardían por culpa del picante. Es fácil imaginar lo que ocurrió después.

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