Por fin tenía un par de días libres tras meses hasta arriba de trabajo, conciertos, escribiendo canciones, sesiones de fotos, etc. Había decidido irme sólo de viaje a la prefectura de Miyazaki, para disfrutar de un poco de paz y tranquilidad. Me apetecía ver el cañón de Takachiho, así que cogí una mochila, bastante dinero y pillé el primer vuelo desde Tokio. Además hice una reserva en un ryokan muy cercano, un poco caro, pero la experiencia merecía la pena.
Una vez allí, dejé mis pertenencias en la habitación y salí a ver ese precioso paisaje. Pero menuda fue mi sorpresa al encontrarme una vista aún más espectacular. A pie del cañón se encontraba un viejo compañero, amigo y… primer amor.
–¿Kame? –no podía creerlo, hacía más de dos años que no le
veía, tras mi marcha de KAT-TUN. Sorprendido de escuchar mi voz, se giró hacia
mi dirección, llevándose las manos a la cara.
–¿¡Koki!? –tuve que mandarle a callar con el dedo, ya que un
grupo de personas no nos quitaba ojo. Observé cómo un par de lágrimas caían por
sus mejillas y rápidamente sujeté su muñeca llevándomelo lejos de las miradas
de los presentes. Cuando tuvimos más privacidad, le abracé con fuerza, desesperado.
–No esperaba verte, te… te he echado tanto de menos… –escondí
mi rostro en su cuello, mientras mis manos temblaban aferradas a su espalda. Él
tardó algo más en reaccionar, pero poco a poco correspondió el gesto.
–¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? Ay, ¿qué es de tu vida?
Escuché de Nakamaru que tenías una cuenta de Twitter pero ya sabes que a mí ese
tipo de cosas no me gustan… –mi boca acalló sus palabras cuando la presioné
contra sus labios. Al principio solamente fue un simple contacto, pero eso se
volvió insuficiente al tenerle frente a mí, después de tantos años. Me hice
paso con la lengua y profundicé el beso. A los pocos segundos me separé.
–Tranquilo, Kazuya… – susurré al notar como sus piernas temblaban
y sujeté sus caderas entre mis brazos.
–¿Eso es… todo? –se quejó enfurruñado, frunciendo el ceño y
los labios. A lo cual no pude evitar soltar una enorme carcajada.
–No, por supuesto que no. Esto no ha hecho más que empezar… –pasé
mi lengua por su mejilla, atrapando con ella una pequeña lágrima.
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–Koki… –escucharle gemir mi nombre me hacía estremecer –no puedo más… hazlo ya… –me suplicaba entre gemidos mientras elevaba
sus brazos para rodear mi cuello con ellos.
–Impaciente… –con una sonrisa alcé una de sus piernas mientras presionaba el glande contra su entrada. De una sola
embestida introduje mi miembro en su interior. Al principio me moví despacio,
pero rápidamente las penetraciones se volvieron rudas y violentas, hasta que finalmente ambos alcanzamos el orgasmo –Kazuya… te
quiero... –susurré cuando se quedó dormido.
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Durante aquellos días quedamos, conversamos y tuvimos sexo en
varias ocasiones. Para mí fueron las mejores vacaciones en mucho tiempo, ya que
finalmente Kazuya y yo empezamos a salir.
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